jueves, 23 de diciembre de 2010

Cuestión de almas

Hace un par de meses me pasó una cosa muy extraña con mi oido izquierdo. En un segundo dejé de escuchar los sonidos que provenían del exterior. Cierto es que el derecho suplía la falta de información que le llegaba al otro pero me sentía en un constante desequilibrio. Los médicos me dijeron que se debía a tres posibles razones: falta de riego, un virus o algo autoinmune, o lo que viene a ser los mismo: no tenían ni puta idea de por qué me había sucedido aquello. Pero se equivocaban. El alma de mi abuelo que falleció hace un año se estaba apoderando de mí aunque no podía desvelarles la razón porque ninguno me creería y en lugar de al otorrinolaringólogo me hubiesen enviado al manicomio, que aunque rimen en asonante no son exactamente lo mismo.
Intenté adaptarme a la nueva situación sin éxito. Me atiborré de pastillas, saltaba a la pata coja para que toda la sangre fluyese arriba y abajo hacia el lado izquierdo de mi cabeza y nada parecía funcionar. Éste fue el primer aviso de que el alma de mi abuelo estaba en mi cuerpo porque desde joven había sido bastante sordo y llevaba siempre un aparatito de esos blancos minúsculos engarzado a la oreja como si de un piercing ultramoderno se tratase. El segundo síntoma fue el deseo incontenible de comer judías pintas con chorizo. A mi padre le encantan como le encantaban a su padre, esto es, a mi abuelo usurpador de cuerpos. No sería tan extraño si no fuese porque desde hace 15 años soy vegetariana y no hay cosa que me de más asco que los embutidos hechos con tripas de animales. Eran tales las ansias de ese manjar que intenté llevarme a la boca una cucharada, menos mal que mi alma reaccionó y al oler la fabada me provocó unas naúseas terribles. El tercer motivo por el que se que mi abuelo está aquí dentro es el chocolate, a mí ni fú ni fá, me podía comer un bombón pero ahora me meto entre pecho y espalda una caja entera y no me doy ni cuenta. Mi madre me mira extrañada y busca una explicación al cambio de conducta y me dice: "Te está saliendo una tripa como la de tu abuelo". Y yo tiemblo porque se que se está dando cuenta y llegará algún día, caundo me salgan pelos blancos en las orejas, que no podré negarlo.
He estado buscando una explicación a esta intromisión corpórea y he llegado a la conclusión de que el alma de mi abuelo estaba en su coche y que como yo lo he heredado, en algún momento al sentarme en su sillón y al accionar las palancas, ha debido incrustárseme dentro.
Hasta ayer mismo no estaba segura de este razonamiento pero estaba en casa viendo la tele y escuché que Raphael va a volver a presentar el especial de Navidad y me escuché gritando ¡Viva! y tarareando sus canciones de camino al trabajo. Así que sí, el alma de mi abuelo convive con la mía en mi cuerpo: nos gusta el chocolate, Raphael y las piernas de las mujeres.

martes, 14 de diciembre de 2010

Cajas

Cajas de la 1 a la 10: Fotografías en marcos, muñecas, velas, candelabros, películas, series y libros, muchos libros. La mayoría de ellos de una sola temática y más de 25 de un solo autor. Mi vida literaria reducida a cinco cajas tamaño XXL donde cohabitan vampiros, zombies, dioses griegos, humor negro, terror y mundos fantásticos.

Cajas de la 10 a la 15: Salero y azucarero, bolsa de pan verde con patitos amarillos heredada de mi madre, un cortapizzas, cuchillos para queso, 5 juegos de café y alrededor de 20 tazas de desayuno. Si hay un utensilio de cocina que me fascine son las tazas de cerámica decoradas.

Cajas de la 15 a la 22: Libros de diseño gráfico y de moda, programas, estuches, plumas, ejemplares antiguos de periódicos, una grapadora roja robada en mi último trabajo, revistas y guías con mi nombre en el staff, agendas y clips. Mi padre era un fiel seguidor de las grapas y de los clips. Cada vez que se le descosía un botón de una camisa se lo grapaba o unía los extremos de la prenda con uno de esos pequeños objetos metálicos.

Pasión mientras las tijeras cortan la cinta de embalar, dedos acorchados de rebuscar entre recuerdos los más importantes y desechar los que ya no valen nada porque ya no remiten a nada. Cúanta ilusión en esas cajas, en esos pedazos de papel en los que garabateo los contenidos, y la espera, esa que parece no llegar nunca, se saborea dulce en la punta de la lengua y amarga donde roza con las muelas. Paladeando cajas, fabricando vidas de cartón. Perdida en las horas que me vas restando, inalcanzable y remota.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Las cosas rotas

Tengo predilección por lo roto, un instinto innecesario de satisfacer mi tal vez deseo de salvadora y reparadora. En una mueble antiguo veo lacados y barnices donde hay rasguños y arañazos. En una casa vieja veo reformas, habitaciones acogedoras y un montón de perros abandonados que he recogido y amado. Así tengo millones de objetos amontonados en una sala, algunos ya han pasado por mis manos, otros esperan pacientemente su hora. Y eso sucede con todo. Con mis perras rotas, con mis amantes rotos, con mis deseos rotos... pero una vez reparados el interés se disuelve como una lágrima en un charco. Conversaciones aburridas con personas que antes no lo eran, estanterías perfectas en los sitios adecuados, sin elementos discordantes, sin personalidad, despojadas de todo lo que antes las hacía brillantes. Por esa razón te malcrio, no quiero que te arregles y que deje de quererte, no quiero mirar tus ojos y ver sólo una pupila abrazada por un iris, te quiero rota y con todas tus posibilidades.

viernes, 15 de octubre de 2010

Tu vida

La realidad es ese trozo de papel lavado que estiras sobre la mesa y en el que intentas descifrar unos versos semiborrados. La ficción: imaginar la historia, dibujar mentalmente a los personajes, atribuirles pensamientos, sentimientos, acciones. Si la vida te da manzanas, pídele una tarta de frutas bien crujiente, con la masa quebrada y la crema pastelera en su punto. Si te da un lapicero, pídele una novela o un poema que tenga alma. Y mientras tanto sueña, lucha, evoluciona, ama, grita, disfruta sin conformarte con mañanas de nubes y lluvias. Escribe tu historia con cada mirada, cada aliento, con los latidos de tu corazón y las palabras de los que te rodean. Se tu propio dueño, protagonista de tus decisiones, sin miedos, sin prisas. Que la realidad sea tu realidad sin imposiciones, que la vida sea tu vida sin intervenciones, que tus sueños sean tus sueños y que nadie intente cambiarlos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Cián + Magenta

Destiñes. Sólo puedo pensar en la composición y descomposición de colores. En la sustracción de tonos que se esforzaban en aparentar ser azules cuando eran únicamente la suma de otros, en la fragilidad de las luces que bañaban los espacios que llenabas. Con luz eras primario, adición y adicción. En las sombras te volvías perdedor de matices, separándose de un intenso beso bajo la lluvia el magenta y el cián resbalaban por tus mejillas. Destiñes ya con la claridad del día, ni acudes al rescate de la dama en apuros ni la liberas de un malvado hechizo. Tienes pálido el color de la esperanza, desgastado el de la cordura y la sangre de tus heridas es más imaginaria que real. Destiñes, príncipe azul de mentirijilla.

martes, 5 de octubre de 2010

Me busco

Vuelvo a notar la presión bajo las arterias. La sangre que arde y late, que araña. Hoy me gusto y me busco en los espejos, mis pisadas están cargadas de una seguridad que hace a la gente tambalearse al cruzarse conmigo por la calle. Escojo las palabras con precisión y las deposito suavemente en el aire, las empujo con los dedos y las saboreo con la punta de la lengua al rozarme los labios. Hoy soy preciosa y arrogante, divinamente encantadora, seductoramente insoportable. Noto tus ojos en mi espalda al salir de la habitación. Hemos cruzado un par de tímidas miradas, las mías fingidas. No voy a acostarme contigo, no quiero hacerlo, pero antes de salir me he cambiado el sujetador y la camiseta, satén y encaje, suave tela sobre mi piel que huele a jabón de almendras. Me acaricio el pelo, cuento los minutos que tardaré en llegar a casa y quedarme a solas con mis pensamientos. Nadie está a salvo del encantamiento, las cabezas se giran, llueven como algodones palabras que me complacen. Sueño con una ducha caliente, con la yema de mis dedos despertando la dermis dormida. Vuelvo a sentirme con una zorra, una maldita zorra que consigue todo lo que quiere sólo con imaginarlo y me gusta esa idea, mejor dicho, me excita esa idea. Hoy me gusto y me busco, pasado mañana que dios os pille confesados.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Tardes grises

Llego a casa cansada, después de un día que se me ha hecho y que me ha hecho torpe. Encuentro y desencuentro en tres minutos y medio, abro los ojos y cae el velo. Gritos y lágrimas sin sentido, sólo por desahogarme, sólo por mí, sólo por hacerme oir y que mi voz no se la lleve el viento y se pierda en el olvido. Bajo por Tribunal a Noviciado, tomo la Gran Vía, la cuesta que lleva a la estación de Príncipe Pío, camino hasta el Puente de Segovia y espero al autobús. Amo Madrid y la odio profundamente, como dos amantes que se buscan y se rechazan continuamente, como el último bocado de tu comida preferida cuando sigues teniendo hambre. Y sed de la ciudad, de sus calles, de las miradas de los viandantes, de perder el sentido en sus bares cálidos y llenos de ajetreo, de música de guitarristas y de malabaristas callejeros. Hago dos llamadas en el camino, otra más en el asiento trasero del autobús para confirmar mi siguiente cita. Tras los cristales, la calle Segovia se me antoja más hermosa que ninguna otra, con sus carteles publicitarios imposibles de "Todo a 1o euros", con esas terrazas inmensas con altura de un segundo siendo un primero. La luz de esta tarde de septiembre debe ser mágica (a lo mejor los que son especiales son los caramelitos blancos y amarillos que me ha recetado la Seguridad Social) porque acudo a mi reunión extrañamente puntual y calmada. Hablamos tranquilamente de nosotras, de los problemas con los que nos obcecamos y a los que negamos una solución rápida y sana. Pasan las horas entre mi café y tu cocacola, mis cigarrillos lucky y tus patatas fritas con sabor a jamón. Las dos sabemos que no podemos arreglar el mundo, pero si podemos evolucionar sin perder nuestra esencia, repararnos y mejorarnos. Cuarta llamada de la tarde, a tí que conservas intacta tu sonrisa y tus ganas de seguir adelante a pesar de todo. No puedes disfrutar del amor si estás enfermo y no puedes amar a nadie que no esté sano (y ese tío, perdóname, no lo está). Una mujer sabia me dijo hace poco que los jóvenes estamos equivocados, que lo más importante es tener salud, porque solamente en ese estado puedes disfrutar del amor, del dinero y de otros placeres de la vida. Razón no le falta. Hacemos una lista telefónica: salud, amistad, proyectos, deseos, sexo y... se nos olvida el dinero en algún pensamiento que se distrae en los planes del viernes, entre escotes y fotografías. Regreso a casa, abrazo a mis perras, las beso. Jana me trae unos calcetines, después me acerca el pijama, me pone su cabeza peluda sobre el ordenador y resopla. A los pocos minutos los ruiditos de la respiración son ya un ronquido profundo y perturbador. Acaricio la suave mancha negra que tiene pintada en el lomo blanco, no se inmuta pero baja la intensidad del sonido. Otra conversación en la distancia que dura más de los tres minutos y medio con los que he empezado la tarde, sin posibilidad de encontrar una solución satisfactoria. Pienso y te digo que eso es lo que sucede cuando intentas agradar a todos y no tomas tus decisiones, me respondes que lo consultarás y no te refieres a con la almohada. No es mi problema, no son mis celos ni mis ideas febriles y no soy yo la que las acreciento.
Estoy cansada y torpe pero no puedo dormir. Lejos quedaron los enfados del día, vuelvo a encontrarme pesada, me duele la cabeza y no consigo leer más de 10 páginas de Gunter Grass seguidas. La historia me gusta pero la forma de escribir de este señor me atormenta. Vueltas y revueltas en la cama, mi Jana y yo, vamos intercambiando espacios y trozos de colcha. Las 4:30 de la mañana. Posibles reacciones adversas de las pastillitas de marras (palabra que tanto le gusta a mi amigo Dani): insomnio. Suena el despertador 3 horas y media después. El primer pensamiento del día se lo dedico a mi madre.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El huevo o la gallina

Tal vez sea la intemporalidad de los gustos, ese extraño perfil que me atrapa sin querelo. Levanto la vista y te acercas, el pulso late apresuradamente. Se me pierden las palabras mientras pienso en algo inteligente que escupirte, porque no puedo hablarte si me miras, ni observarte más allá del rabillo del ojo, ni ponerte ojos de oveja modorra. Sólo escupir monosílabos, rozar tus dedos al extender el mechero, meter tripa y sacar pecho al cruzarnos por la calle. Mentalmente repito tu nombre que rima con demasiados adjetivos y con muy pocos nombres propios. Te llamas como mi primer novio que cerró mi tienda de campaña con pinzas de ropa para que no se me colara el agua dentro. Como ése que al cogerme la mano me hizo vibrar y sonreir, sonreir y soñar, soñar y recordar su nombre y apellidos veinte años después. Huevo o gallina, tu nombre o tu forma de caminar, de pasar las páginas de tus libros en los bancos del parque.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Los siete pecados capitales de Park Chan-wook

1. No feeling guilty.
2. No restlessness.
3. No useless daydreaming.
4. No being sad.
5. No sympathy.
6. No hesitating about anything.
7. No thankfulness.

Parece que Park Chan-wook es un reputado y conocido director de cine asiático muy valorado por la crítica. Hasta ayer desconocía su existencia, seña inequívoca de que no soy muy fan de las pelis japonesas, coreanas, chinas o vietnamitas. A mí todo el cine asiático me parece similar: escenas muy largas, recreación de ambientes con muchos detalles y planos que crean tensión donde no hay movimiento. Las peliculas de terror son otra historia, los niños que reptan por las paredes al más estilo transpotting con los ojos rasgados me causan pavor y por eso me chiflan. "Soy un ciborg" es una obra coreana cuanto menos curiosa. La protagonista cree que es un cyborg y la ingresan en un sanatorio psiquiátrico. Allí conoce a un joven que es un ladrón de habilidades, objetos y almas con el que trabará una extraña relación de amor-amistad-dependencia. Todos los personajes están completamente desequilibrados y se crean situaciones extrañas y divertidas: la prota de cejas inexistentes dialoga con una máquina de café, una chica obsesionada con la comida y con su piel vuela al frotar los pies con sus calcetines mágicos, a un enfermo le pica el culo cada vez que juega al ping pong, enfermos que chupan pilas para cargar sus baterías, ... No estoy muy segura de si la película me gustó o me disgustó, pero la verdad es que no me dejó indiferente. Los siete pecados capitales en los que la chica intenta no caer son un intento de ser felíz mucho más cercano a la realidad que los tradicionales heredados del catolicismo. De este modo sustituimos lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia por no sentirse culpable, no descansar, no fantasear, no estar triste, no sentir compasión, no dudar y no estar agradecido. Y lo más importante, hay que apartar de la mente la idea de que todos tenemos abuelas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Loca

La noche será larga. Vuelve al mismo pensamiento una y otra vez: "estoy rota, estoy rota". En esta ocasión, de forma sensible. Ha perdido dos horas en la sala de urgencias del hospital, de paredes lisas blancas y suelos azules con motas grises. El perfume de su champú se ha perdido entre el olor a lejía, desinfectante, sangre y vómitos. Podía notar los dedos inexpertos del médico con traje verde que la ha examinado, el frío tacto del aparato que medía su dolor, el aroma a desinfectante de los brazos del interino cuando se le ha acercado, pero no podía oirle con claridad. La acompaña a la sala de espera donde se encuentran los mismos pacientes que hace dos horas. Otra habitación minúscula, más pruebas. "Tienes un 33% de posibilidades de recuperarte, un 33% de quedarte en esta situación y un 33% de empeorar", asegura la doctora mientras se coloca las gafas para leer los datos del estudio. Ella sólo puede pensar en el pitido que perfora sus timpanos y se adentra lentamente en su cerebro. Pasa la tarde en compañía de una amiga, entre risas, confesiones e historias de verano. Al llegar a casa come algo y ve una película. Mira el cuadrante que le ha hecho su madre y que ha colgado en la nevera. Mañana le tocan siete pastillas en ayunas, dos a la hora de la comida y otro par con la cena. Suspira y se va a acostar. Piensa en un castillo de naipes que se ve súbitamente derribado por una ráfaga de viento, una figura de arena en la playa que es devorada por las olas del mar, en los pétalos de una amapola en mitad de una tormenta primaveral. Por la ventana de su habitación entra un fresco aire, como cualquier noche pero sabe que hay algo distinto a las demás, algo sensible que no puede identificar. Los grillos, los aspersores regando las plantas, la música de los coches que se acercan al aparcamiento, los pasos de un caminante tardío. Ahora son sólo murmullos entremezclados. No puede dormir. No puede pensar con el incesante ruido taladrándole la cabeza. "No estoy enferma, sólo me estoy volviendo loca". Da vueltas en la cama, huyendo de las lágrimas que han empapado la almohada. Esta noche le hubiera gustado escuchar tu voz, aunque fuera sólo un susurro en el viento.

lunes, 23 de agosto de 2010

Mil días

Pasaron mil días antes de que deshiciese la maleta de cuero marrón. Estaba apoyada contra la pared y tenía unos cierres metálicos de color cobre. Todos los días la miraba y postergaba la decisión de abrirla para el siguiente. No era su equipaje, no eran sus recuerdos, no era su vida la que se encontraba encerrada entre la piel y los engranajes casi oxidados del bulto que cogía polvo en la habitación. La maleta había pertenecido a otra persona, a alguien que ya nunca más podría deslizar sus dedos por la superficie suave del frontal para hacer más hueco dentro. Llevaba más de siete años sin verla y de pronto recibió una llamada que le paró de golpe la respiración.
Así fue ella, una mujer sin raíces que se fue buscando un sueño.
Hacía siete largos años que había huido de casa con esa misma bolsa debajo del brazo. Se fue sin despedirse, sin lanzar un beso al aire y sin girar la cabeza al alejarse de casa. Siete largos años en los que todos se preguntaron dónde habría ido y en los que nadie acudió en su búsqueda. Su marido se rindió, sus hijas se creyeron culpables de la decisión y sólo algunos rumores mantenían la esperanza de que siguiera viva y regresara. Nunca volvió a casa. Ninguna persona de su nueva vida fue a visitarla al hospital y murió allí sola, ante la mirada triste y desarraigada de dos de sus olvidadas hijas.
Acaricias la maleta de cuero de marrón de tu madre y sopesas las opciones: abrirla o esperar mil días más.

sábado, 21 de agosto de 2010

Arcadia

Siempre vuelvo a tus praderas, a tus montañas, donde los sueños están más cerca y las esperanzas tienen el mismo color que los campos. Brillantes y suaves, aterciopeladas, de un verde tan intenso que araña las pupilas. Camino hacia la playa con mis perras, aspirando el fresco aire que viene de la costa, el olor de la madera que recorre los techos de las casas y las vigas de los porches. Saludo a las gallinas, al gallo tardío que se despierta pasadas las 9, al conejo que frunce la naricilla desde el otro lado de la granja, a los vecinos (de siempre o temporales) que me encuentro en el camino. Pasa un tractor, un señor con una perra vieja, una madre con su hijo, el chico que mira por la ventana mientras se quita las legañas con el dorso de las manos. Me dicen que sólo veo el lado positivo de este lugar, que se me olvidan las lluvias, la humedad, las noches frías de edredón y colcha, el olor a pez en el puerto, a puerto en los bares. Que esta pasión es pasajera, que he buscado refugio del mundo en un pedacito de agua y tierra y que todos los pueblos con los que la comparo también tienen sus cosas buenas. Esos lugares no son míos. Este sitio al que nunca fuiste y nunca irás me pertenece. El sitio al que nunca fuiste invitado. Mi mar, mi brisa, mis árboles, mis anjanas, mi paraíso.

lunes, 9 de agosto de 2010

Calor

Leo "El vencedor está solo" bajo el sol de las primeras horas de la tarde. Me arde la piel, las gotitas de sudor resbalan por la frente y las páginas del libro empiezan a soltarse, en parte por la presión de mis dedos al estirarlas, en parte porque la temperatura ronda los 40 grados y la cola que las une se ha ablandado. Una hormiga de cuerpo rojizo me muerde el costado, un bichito dorado salta desde mi brazo a la rodilla derecha, una mosca inaguantable planea desde el dedo gordo de un pie al meñique del otro. Por alguna extraña razón, el sol se posa en mis rodillas que están mucho más oscuras que el resto de las piernas. Me recoloco el triquini, ese asombroso invento que te tatúa a cachos, media teta morena, media blanca, una lágrima oscura bajo el canalillo, costados y espalda al aire, tripa tapada. Me duelen los brazos de tenerlos en alto, me molestan los codos de apoyarlos sobre la toalla. Camino hacia el agua transparente que refleja los azulejos azules del fondo de la piscina y me zambullo. La piel reacciona ante el agua fresca, las burbujas de aire me hacen cosquillas en la tripa cuando vuelvo a meter el cuerpo en el agua tras haber cogido oxígeno de la superficie. Un par de largos más, me digo a mí misma. Me cruzo con un desconocido que nada en dirección contraria por el carril situado a mi izquierda. Un par de largos más, que no se note que me ahogo tras dar cuatro brazadas. Somos tres personas nadando, un señor con bañador rojo, el desconocido y yo, que buceo pegada al suelo como un pez limpiafondos. En el agua la mente se queda en azul, ves tu sombra reflejada en el suelo, las burbujas de aire ascendiendo, los carrillos hinchados de los otros nadadores y noto las trenzas acariciandome la espalda con cada movimiento. El desconocido sale de la piscina a pulso por el bordillo y los músculos de los brazos se tensan brillantes por el sol. He perdido el control de la respiración. Un largo más. El agua de la ducha sale caliente durante los primeros tres segundos y luego un chorro frío como un témpano me obliga a correr hacia la toalla. Con los dedos aún húmedos me enciendo un cigarro y veo que el desconocido se ha tumbado boca abajo en la hierba. Cierro los ojos. Pueden haber pasado tres o cuatro minutos o toda una vida. Al girar la cabeza ya no está allí. Vuelve la hormiga, la mosca, el bicho dorado y más páginas se sueltan de mi libro. Otro momento perfecto.

viernes, 6 de agosto de 2010

Si fuera tu...

Si fuera tu hermana te diría que al final todos tenemos lo que nos merecemos, que no desistas, que eres fuerte y valiente. Si fuera tu madre te abrazaría tan fuerte que te costaría respirar y encontrarías entre mis brazos el consuelo y la desdicha, ambos fuertemente asidos y enmarañados. Si fuera tu amiga te seguiría al fin del mundo y te tendería la mano para ayudarte a levantarte, lavaría tus heridas y te mostraría los fracasos para evitarlos. Si fuera tu enemiga te ignoraría, y si insistieras, buscaría un precipio muy alto para empujarte. Si fuera tu amante el sol tendría un prohibido el paso al cielo. Si fuera tu novia te abandonaría. Si hubiese sido tu profesora en el colegio ya habría olvidado tu nombre pero recordaría alguna de tus redacciones de la EGB. Si fuera tu médico cambiaría la consulta a otra ciudad o tal vez otro país. Si fuera tu prima sólo nos veríamos en el pueblo una semana al año y te tildaría de "mi primo aburrido". Si fuera tu dueña jugaríamos a la pelota cerca de un lago y siempre tendrías las patas mojadas y llenas de barro. Si fuera tu socorrista tendrías más agua en los pulmones que aire.

viernes, 30 de julio de 2010

El gran ojo

Acercas el ojo derecho a la mirilla. Ese gran ojo que todo lo ve. Apuntas a un joven que pasea alegremente por la Gran Vía y disparas. A los pocos segundos, tiempo en que la bala mágica tarda en atravesar las capas de la atmósfera, el muchacho cae al suelo abatido.
-Parece un ataque al corazón- precisa un viandante que estudia el último curso de medicina. Pero ya es tarde, Madrid está atestado de coches y la ambulancia tarda 14 minutos en atender al herido, dos minutos antes y tal vez hubiera tenido otra oportunidad.
Detrás de tí, los pupilos gritan entusiasmados: ¡Maestro, eres un crack!, exclama Miguel, atusándose los rizos rubios y batiendo en el aire su espada romana. ¡Si hubieras llegado antes medicucho en prácticas!, susurra Rafael, ligeramente cabreado por su actuación. ¡Menuda puntería, jefe!, añade Gabriel, que corre a comunicar las hazañas a serafines y querubines.
Tu voz suena hueca en el aire: -Discípulos queridos, girad esa bola del mundo que vamos a elegir a una nueva víctima- La esfera da vueltas y se detiene en mitad de la selva amazónica. Arrimas de nuevo el gran ojo triangular al catalejo. Lo que divisas es a una preciosa niña que juguetea a las orillas del río. Tomas el arma entre tus majestuosas manos y ¡zas!, disparas sin emoción alguna. La pequeña cae al agua y muere ahogada. ¡Viva! ¡Bravo!, corean los arcángeles entusiasmados. - La de cosas pecaminosas y moralmente inaceptables que podría haber hecho esta niña si hubiera crecido- afirma Rafael, satisfecho con la elección. - He visto en sus ojos el pecado primigenio- continúa Miguel, esta vez con la mirada un poco turbia.
Gabriel, apartado del resto, piensa en silencio. Tú te extrañas porque no te ha felicitado por el disparo certero. - ¿Qué opinas de mi nueva hazaña, Gabriel?- le increpas. Él acaricia el pergamino que guarda siempre en el bolsillo izquierdo de su túnica y responde tímidamente: - Maestro, estaba pensando que sería mejor si batiéramos a aquellos que no merecen vivir en lugar de atacar a los que aún no han cometido ninguna atrocidad. Creo que su madre no vería con buenos ojos estos actos de violencia indiscriminada.
Los ángeles mayores y menores han montado un revuelo. Por todo el cielo se escuchan palabras de reproche y le comparan con otro arcángel que, por su soberbia, fue expulsado del gremio. Entre el gentío también se oyen algunas voces discordantes, las que piensan que la situación se está yendo de las manos y apoyan la decisión de Gabriel de no matar a inocentes. Se forman dos bandos cuando un ángel guardián le rompe un ala a un tronos en un arrebato de furia. Y estalla la guerra. Rizos rubios, trompetas, telas doradas, ruedan por el suelo algodonoso que se va tiñendo de sangre. No te inmutas cuando Miguel pide tu ayuda porque un dominio le ha arrebatado la espada y la está blandiendo ante su cara. Vuelves a acercar el ojo que todo lo ve al catalejo buscando una nueva víctima y aprietas el gatillo. Y presionas otra vez y otra vez y otra vez mientras el destino te hace muecas de disgusto. Y una última vez. La sangre cae por tu tez pálida y fina y resbala por tu barba. Los ángeles bajan los puños y te miran asustados. Rafael se acerca y te pregunta: -Maestro ¿Estás bien?. Te atusas las faldas de la túnica y respondes: -Duele.

miércoles, 21 de julio de 2010

Obesión

Las cosas destiñen, se funden los bordes con el contenido, el suelo da vueltas bajo tus pies y no importa nada. El objeto de deseo brilla ante tus ojos con luz propia, lo idealizas, sientes la extraña necesidad de poseerlo. Los colores son más nítidos que hace dos segundos. Crees ver resbalar el sol por sus formas, acariciarlo, el viento lo mece, tus pupilas se dilatan y comienzas a salivar. En ese momento, todo lo demás es anecdótico y puede sustituirse por cualquier elemento sin que te percates de su transformación. Éso, a mi entender, es un flechazo. Hay personas propensas a sufrirlos y hay quienes nunca tuvieron uno. Inevitablemente soy de las primeras y cuando el mundo comienza a temblar me preparo para hacer todo lo posible por hacerme con él. Mentiras, tretas, actos desesperados, todo vale para la consecución del fin. Todo. Adicta y desesperada, con una única misión: conseguirlo. Soy dependiente de mis deseos y, como persona testaruda, pocos objetos brillantes se me han resistido. Sucumbo ante la magia de la luz que los baña, me derrito por acariciarlo y tenerlo entre mis manos. No es amor, es pasión en estado puro sólo comparable a la ambrosía de los dioses. Durante el proceso de la adquisisión los días pasan despacio, los dedos sudan y te obsesionas cada segundo con ello. Tal vez no puedas conciliar el sueño o no puedas hacer planes porque en cualquier momento el elemento purpurinoso vaya a desaparecer o a aparecer y tendrás que dejarlo todo y acudir en su búsqueda. Sentimientos a flor de piel, felicidad absoluta a punto de desmoronarse. Te necesito, te necesito, te necesito. Porque esto no es amor, ya lo decía la cancioncilla destrozaoidos a ritmo de reaggeaton, es pura obsesión. Así que ya me ves, imaginándome la vida entre tus brazos de ladrillo y cemento, cobijada por tus fuertes muros y protegida por tus cimientos. Encaramada a unos tacones vertiginosos para rescatarte del brujo malvado y convencer al príncipe celeste de que soy digna de tus cualidades. Cómo brillas bajo el sol, bajo las estrellas, purpurinosa y mágica.

domingo, 18 de julio de 2010

Déjame

Déjame acariciar el tiempo y modelar estos sueños inacabados mientras aún me queda espacio. Permíteme rectificar, decir de este agua no volveré a beber, que ya he comprobado que me sienta mal y que no aplaca la sed. Mira todo lo que construyo y destruyo, para lo que valgo y lo que no me sirve de nada, el cigarro que consume la tos, la tos que sólo cesa con el cigarro. Déjame volar y caer, ser presa de mis propias mentiras, agarrar tu mano si tropiezo y apartar tus labios de mi mejilla. Permíteme (de nuevo), hablar de tí sin ensuciarte, que tu nombre resbale entre mis dientes y no sentir un peso incómodo entre el pecho y el vientre cada vez que te recuerde. Mira todo lo que he aprendido y sigo aprendiendo, no engaña el color de mis mejillas ni el brillo de los ojos para saber que olvidé lo que debía. No engañan no, ni mis palabras ni mis gestos. Déjame cerrar la puerta y volver a acariciar el tiempo.

miércoles, 7 de julio de 2010

Ya no sufro por amor

Leo "Ya no sufro por amor" de Lucía Etxebarria por recomendación de una amiga. Dependencia emocional, codependencia, adicción al amor, autoestima, autoconcepto y justificaciones estúpidas que todos, alguna que otra vez, nos hemos hecho. Leo, porque lo empecé ayer y estoy en el primer tercio, como lee mi abuelo La Razón, mi padre El Mundo o la vecina del quinto la saga de Stephanie Meyer, sin precaución, autoafirmándome, reconociéndome en las diversas patologías, bien como objeto, bien como protagonista. Desfilan las líneas ante mis retinas y me encabrono con el mundo. Soy mujer, me encuentro en paro y no tengo pareja, ni hijos, ni perspectiva de tener ninguna de las dos últimas cosas. Sin embargo, tengo estudios, bastantes más que mis congéneres masculinos y femeninos, soy sexualmente activa (más o menos, creo que con uno mismo también cuenta) y me considero una persona realizada y bastante felíz. Aspiro a más, ¿quién no?, pero mis inquietudes y deseos van encaminados hacia otros menesteres: independizarme; encontrar un trabajo en el que sea útil, que me guste y que no me absorba; tener tiempo libre para leer, tomar café con mis amigos y pasarme la tarde entera tirada en el sofá con mis perros si no me apetece relacionarme con nadie; acostarme con el propietario de la moto negra que está aparcada junto a la mía; pasear por la playa en silencio con mi mejor amiga/o... Aunque la sociedad sea cambiante y evolucione todavía existen ciertos estigmas que nos martirizan. Veo sus miradas, vuestras miradas, como si fuese un ser fracasado por todas aquellas casualidades que he mencionado anteriormente y que, para nada, me definen. Y estoy cansada, muy cansada, de que me pregunten cuándo voy a echarme novio, si pienso tener criaturas, y que no quieran saber cuál es el último libro que he leído, el último concierto al que he asistido o qué voy a hacer en las próximas semanas, respuestas que me definen mucho más que todas estas estupideces. Ya no sufro por amor es, como afirma la autora, un libro aspirina que, ayuda a entender no sólo el propio comportamiento, sino también el de los otros y enseña a "repararse" o por lo menos a "huir" de situaciones adictivas. Como todo el mundo, yo también sufro por amor, pero no más de lo que sufro por cualquier otra pérdida personal (a saber, una persona querida, una amistad rota o el desgarro de mis pantalones vaqueros preferidos, dependiendo del ser del que me separe). Por todo esto, y porque yo también he pensado "me moriré si Fulanito me deja", "no voy a encontrar a nadie mejor que Menganito porque es el amor de mi vida" durante las primeras horas posteriores al abandono, os recomiendo su lectura que es instructiva y muy divertida; también si eres hombre, macho o anfibio. Por cierto, la semana pasada leí "Verónica decide morir" de Paolo Coelho y "Rapsodia Gourmet" de Muriel Barbery, los dos altamente recomendables.

sábado, 3 de julio de 2010

Formas geométricas

La geometría puede ser tan cruel. Triángulos que enfrentados se buscan, vértices que suspiran y se confunden. Formas que entrecruzadas forman polígonos cóncavos o convexos, estrellas, figuras sin paralelismos con la naturaleza. Relaciones humanas, innatas e innaturales, artificiosas. Como un narrador omnisciente observo: miradas de ron y gominolas, roces involuntarios, acercamientos estudiados hasta el infinito. Ella charla con tres chicos en una sala, él la mira apoyado en el balcón mientras finge estar interesado en alguna conversación sobre política barata. Las risas de brillo de labios, el tono de su voz rebotando en las paredes y las réplicas de sus nuevos amigos, le obligan a cambiar de habitación. Desde otro ángulo del triángulo sigue sus movimientos. Ella nota su mirada clavada entre las luces ténues y los vasos de plástico. Se siente incómoda a pesar de que ya ha pasado el tiempo suficiente, si es que existe alguna medida que evalúe cuando algo es adecuado y cuando deja de serlo. Está sentada delante de un chico tímido, de ojos color cocacola, de piel oscura y pelo azabache. Hablan, ríen, se preguntan. Sus ojos destellean, si ella mira sus manos, él lanza miradas esquivas a su escote. La línea se completa con la llegada de un tercero, un nuevo triángulo se forma frente al ventilador. La conversación se vuelve más banal y el equilátero crece hasta un pentágono. El chico de ojos marrones se retira ante la nueva incorporación. Es hora de marcharse a casa. El tercero le pide el número de teléfono mientras el observador escucha cómo ella le dicta los números a escasos dos metros.
Antes de dormirse, él piensa que debería haberla besado otra vez porque ya no recuerda el sabor de sus labios y reprime los gritos contra la almohada al recordar que un imbécil le pidió el número de teléfono. Éste último cree que debería llamarla para tomarse un café pero que seguramente no lo hará. Ella sueña con los ojos cocacola del chico tímido y el chico tímido, espero que piense en mí antes de cerrar los ojos. La geometría puede ser tan cruel....

La distancia entre nuestros portales

Recuerdo la primera vez que nos cruzamos en la calle. Llegaba tarde a la facultad y te ví en el camino empedrado que une nuestros portales. Nunca supe exactamente la edad que tenías, tampoco lo se ahora. Ibas despacio, con la mochila agarrada en una mano e intentabas no caerte. Tus piernas estaban torcidas hacia dentro y los brazos adoptaban una postura extraña. Me acerqué y te ofrecí mi ayuda. Me agarraste como se enganchan dos señoras mayores que pasean, casi como un pellizco, casi como un ancla a la tierra. Caminamos hasta tu autobús y nos despedimos. Me contaste que era la primera vez que bajabas sola y que tenías miedo de caerte y no poder levantarte. Durante meses nos acompañamos y tú siempre hablabas, despacio y entrecortado, como si tu cuerpo no respondiera lo suficientemente rápido a las órdenes de tu cabeza. Ese verano no volví a cruzarme contigo. Al año siguiente ya no coincidían nuestros horarios, y tampoco al siguiente, ni al otro. Han pasado diez años y hoy te encuentro de nuevo en el camino empedrado, caminando sola, con aplomo. Con la curvatura de tus piernas más tensa, con el bolso agarrado entre los brazos. Me saludas pero sólo porque nos hemos encontrado. No me reconoces pero yo sonrío porque tardas la mitad de tiempo en recorrer nuestros portales, porque caminas con la mirada clavada en el horizonte, porque tus pasos son firmes y tu voz tranquila. Pareces felíz y no puedo evitar que se me escape una lágrima.

domingo, 27 de junio de 2010

La tormenta

Este frío intenso, que se nos apresura desde otros mares y otras tierras menos cálidas, nos obliga a entrecerrar los ojos y apretar nuestros cuerpos. Siento la humedad en los huesos rotos y las cicatrices antiguas en un pequeño dolor que no acaba de intensificarse. Se difuminan los colores de los elementos que nos rodean, la mesa ya no es mesa sino suelo, la taza se funde con mi mano y no hay dedos ni asas sino apéndices extremos con movimientos informes. Extasiados, contemplando el incidente que transforma tu pelo en aire, tus pies en tierra y tus brazos en árboles, teléfonos móviles o cualquier cosa capaz de ser tomada. No te toco, por si el contacto pudiera absorverte y desaparecieras para formar parte de mi piel y de mi sangre. Un torbellino de papeles, café y tinta vuela sobre el techo de la habitación que se agita como si pudiera salir disparado. Y sale. Y detrás de él vamos nosotros, flotando sobre el sofá y las mantas que mi madre había doblado sobre la silla. Floto en el aire y con cada centímetro que me alejo del suelo un nuevo elemento me roza y se une a mí. Las flores se funden con mis piernas, la caja de madera con horquillas y pendientes se convierten en mis nuevas extremidades y el televisor se me acopla como un parásito en el vientre. Me elevo y observo que tú te quedas en tierra, aferrido a la argolla que sujeta las cortinas a la pared. Va desapareciendo el frío y un sol que antes estaba oculto me llama insistentemente. Las manos se te han transformado en tela y metal, la estructura te atrapa y te rindes a su fuerza. Sigo ascendiendo y pierdo de vista mi habitación, mi casa, mi barrio, mi ciudad. Energía y pensamiento flotando en un éxtasis visual de colores y formas que se contraen y se expanden. Asciendo rápido y la culpa por no ayudarte empieza a difuminarse, no consigo recordar tu rostro, tu nombre se ha borrado de mi memoria, el espacio que antes ocupabas ha desaparecido completamente. En la habitación sólo queda una cárcel de piel, barras, huesos y tejidos que grita que no le olvide. Ya no soy alma y cuerpo, ya nunca más habrá frío intenso ni calor extremo. Aire, tierra, fuego y agua fundidos en una sola materia que flota y se precipita felizmente hacia el universo.

sábado, 26 de junio de 2010

Hormigas

Escribo estas líneas mientras las hormigas me devoran los pies. Culpo a la tormenta de anoche, a los truenos y relámpagos que las han hecho buscar un hogar menos húmedo y más seguro. He seguido su itinerario desde el escalón roto del portal. A través de la fachada del primer piso han conseguido colarse en la estructura del edificio. Mi casa está construída como se hacían antes las edificaciones de la clase burguesa. Entre pared y pared hay un hueco oscuro de unos 30 centímetros, y el suelo descansa sobre otras estructuras huecas que sirven de cobijo a estos animalitos. Las más atrevidas decidieron coger el ascensor, las hormigas más ancianas optaron por el camino seguro y todavía se encuentran deambulando por los pasillos secretos de las entreparedes. Esta mañana he contado veinte sólo en el salón y me he cruzado con una despistada en el cuarto de baño. Me pongo el café y vienen todas a saludarme y darme los buenos días con sus diminutos cuerpecitos negros y sus cabezas redonditas. Son las diez de la mañana de un sábado y estoy despierta, ellas casi no se lo creen. He intentado explicarlas que ayer fue un día duro, que estaba tan cansada que cuando llegué a casa caí en el sofá y sólo pude levantarme para desplazarme hasta la cama. Les he intentado explicar que no vi hormigas en Fuenlabrada, algo que me pareció extraño, y ellas me han contado que emigran hacia el norte de la comunidad porque hay más fresquito y menos tráfico. Una de mis pequeñas amigas quiso acompañarme a realizar mis exámenes, pero después de ver los coches sonámbulos a las siete de la mañana le entró miedo y se dio la vuelta. Las miro y te miro a tí, con las legañas del sueño todavía adosadas a tus enormes ojos castaños de perro, y pienso que todo va a salir bien, que nuestros planes se van a hacer realidad, que dentro de poco acariciaré tus enormes y suaves orejas negras en nuestra propia casa, mientras miles de hormiguitas me devoran los pies mientras desayunamos.

jueves, 3 de junio de 2010

El espía

Carlos era un chico normal, completamente anodino. Castaño, de ojos marrones, de complexión media, estatura normal, con las típicas aspiraciones de un hombre español: independizarse a los 18 años, encontrar a la mujer de su vida después de haber errado al menos una docena de veces, comprarse una casa por debajo del valor del mercado, tener un trabajo fácil e interesante y, tal vez, tener uno o dos hijos. Carlos era aburrido la mayor parte del tiempo. Había días en los que se levantaba sin ganas de hacer nada y se dedicaba a meditar y mirar a través de las ventanas de casa de sus padres. Sí, seguía viviendo con ellos y ya casi rondaba los 30. Estaba en paro, así que de trabajo interesante nada de nada. Con respecto a la idea de comprarse una vivienda... sin trabajo y con unos ahorros medios de 1o euros al mes lo tenía bastante complicado. De este modo, había días en los que la apatía, la desidia o simplemente el hastío le obligaban a permanecer mudo para el mundo, y se veía asímismo como un observador que realiza un estudio para gente más interesante, más inteligente y mucho más rica que él. El principal problema de Carlos era que no tenía ningún problema, así se lo decía Blanca, su mejor amiga, pero lo hacía siempre de un modo mucho más destructivo y complejo. Blanca no era lo que se dice una persona típica, lo analizaba todo y encontraba explicaciones retorcidas a historias simples sin recovecos.
- Tienes que buscarte un pasatiempo, Carlos, algo que llene tu vida de nuevas emociones- decía Blanca.
Y eso es justo lo que hizo Carlos, buscarse una actividad con la que pasar el rato. Decidió hacerse espía y empezó a investigar a la gente que tenía más a mano: a sus vecinos. Le llevó dos meses descubrir que la hija de la vecina del 6ºD se veía a hurtadillas con la del 2ºA y que se lo montaban en el cuarto de ascensores todos los miércoles a las seis de la tarde. Dejó los devaneos lésbicos de las dos adolescentes para descubrir por qué la señora del 4ºC se arreglaba tanto cuando su marido tenía viajes de negocios, y ésto para saber la razón por la que el señor García, del 3ºB, había vendido su coche y su segunda vivienda en menos de tres meses.
Carlos se consideraba un espía estupendo, un observador innato, con unas dotes sobrehumanas para la captación de pruebas y la recolección de cualquier cosa que al resto del mundo pudiera pasarle desapercibido.
Un miércoles por la tarde, a eso de las 18:15 horas, Carlos estaba investigando a la vecina del 2ºC del bloque de enfrente cuando se dio cuenta de que le estaban mirando. Aquella muchacha, que debía tener uno o dos años menos que él, se encontraba escondida detrás de unos matorrales y le miraba directamente. Sí, era a él. Al verse sorprendida, saltó a la zona adoquinada y fingió que estaba buscando algo entre los setos. El observador estaba siendo observado. Carlos no podía creérselo, no sólo había otra persona que se dedicaba de forma no profesional a lo mismo que él, sino que además era mucho mejor.
Empezó a seguirla asiduamente, unas cuatro horas al día. Iba con ella (en la distancia) a hacer la compra, bajaban juntos a la piscina (ella prefería el sol y él la sombra de un árbol), salían por los mismos bares (Carlos empezó a trabajar en la cervecería a la que ella acudía todos los viernes) y no había día en que no tropezaran "casualmente" por la calle.
La chica empezaba a pensar que los frecuentes contactos visuales con Carlos no eran cosa del azar o del destino. Desde hace un par de meses se lo encontraba en los lugares más disparatados y le había pillado observándola desde detrás de las estanterías de la leche en el supermercado. ¿Por qué razón la perseguía? Porque ella tenía muy claros sus motivos: le encantaban sus ojos marrones, completamente normales, la forma que tenía de caminar despreocupada y sin prisas, los libros que leía en los bancos del parque y que ella trataba de adivinar a través de los colores y letras de las tapas, le gustaba su forma de vestir, su voz, su estatura media y su corte de pelo. Para ella, Carlos no era un chico normal, era el ser humano más especial con el que se había topado.

miércoles, 26 de mayo de 2010

La bella muriente

Meses después de aquella conversación que mantuvimos en un lugar ya olvidado, te brindo mi versión de la bella durmiente. No es difícil considerar la idea de que Shakespeare debió escuchar este cuento antes de escribir su Romeo y Julieta. Aunque la primera versión del cuento popular no fue plasmada en papel hasta 1697 por Charles Perrault, las malas lenguas afirman que se transmitió de manera oral hasta esa fecha. La visita de las madrinas al bautizo de la recién nacida es un pequeño gran guiño a la manzana de la discordia que fue la desencadenante de la guerra de Troya. Por este tipo de cosas, me encantan los cuentos. Ah, se me olvidaba, al final no son zombies, se me hacía muy rebuscado.

Hubo una vez un rey y una reina en un país muy lejano que vivían felices rodeados de las mayores riquezas que puedas imaginarte. Solamente había una cosa que hacía entristecer el corazón de los monarcas: no tenían descendencia. La reina se pasaba la mayor parte del día con las piernas elevadas tras la fecundación para que los bichitos del rey anidasen en sus majestuosos óvulos. Incluso le puso los cuernos al rey con el jardinero de palacio, que contaba ya con seis hermosas hijas y cuatro fornidos varones, pero tras un centenar de intentos fallidos, se dio por vencida. Después de un largo tiempo, la Reina concibió una niña. Estaban tan felices con el embarazo que se pasaban todas las tardes visitando carpinteros, modistas y tapiceros y se olvidaron de lo más importante, ponerle un nombre a su adorada hija. Era tanta su alegría que el Rey anunció una gran fiesta para el día de su bautizo. Como madrinas de la pequeña Princesa invitaron a todas las hadas que hallaron en el reino, un total de siete. El Rey preparó para cada una de ellas un regalo: un cofrecillo hecho en oro, rubíes y diamantes y las hadas, en agradecimiento, otorgaron a la pequeña princesa un don cada una.

- ¡Serás la más bella de todas las doncellas!, dijo la primera hada, que vestía de ázul pálido.

- ¡Tendrás la bondad de un ángel!, recitó la más pequeñita, adornada con tules blancos.

- ¡Tendrás la gracia de una gacela!, murmuró la más simpática y graciosa, engalanada de verde.

- ¡Bailarás con toda perfección!, afirmó el hada más fiestera, ataviada con un traje de seda rojo.

- ¡Cantarás como un ruiseñor!, tarareó la quinta, que había quedado la segunda en un certamen de cantos mágicos e iba de amarillo.

- ¡Tocarás todos los instrumentos musicales de maravilla!, asintió la penúltima que podía tocar la flauta travesera y el acordeón a la vez.

De pronto, un hada hermosísima vestida de negro de los pies a la cabeza, que no había sido invitada a la celebración por olvido del rey, entró en la sala y lanzó un maleficio a la princesa: ¡ El día de tu cumpleaños número dieciséis te pincharás con una aguja y morirás!

Por suerte para la pequeña, la última de las hadas buenas que iba vestida de rosa, que aún no había dado su regalo, respondió al sortilegio con voz dulce: - Majestades, vuestra hija se pinchará el dedo con una aguja, pero no morirá. Dormirá profundamente y pasados cien años un príncipe la despertará.

La sexta hada no es que fuese tonta, es que llevaba aburrida miles de años y decidió darle un poco de vidilla a la eternidad y pensó: En lugar de anular la profecía de mi hermana siniestrilla, voy a ponérselo un poco más difícil... No decidió congelar el lugar, sino dejarles dormidos, sin comida, sin luz, sin ventilación... El hada sabía perfectamente que nadie podía sobrevivir tanto tiempo en coma y ansiaba ocupar las alcobas del gran palacio y autoproclamarse soberana única de esas tierras. Era un hada buena pero no tonta.

El rey, asustado, ordenó que se destruyeran todas las agujas del reino. Pasaron así quince o dieciséis años sin que nada ocurriese... hasta que un día la Princesa, paseando por el gran castillo, descubrió una pequeña habitación. Allí el hada malvada, disfrazada de anciana, cosía con aguja e hilo... La pequeña princesa se quedo extasiada al contemplar aquella máquina de madera que se movía al compás de los pies de la señora y se acercó a la rueca. Acarició la madera y observó un palo de metal que brillaba más que el mismísimo sol y entonces... ¡Se pinchó en el dedo, tal como había predicho el hada malvada! Al instante, la adoslescente princesa cayó al suelo y quedó profundamente dormida. Lo que nadie sabía (nadie salvo el hada gótica malvada) es que aquella rueca estaba impregnada con un virus biogenético destinado a crear una nueva raza de superseres y llevar el mundo al apocalipsis.

El Rey, desconsolado, trasladó a la bella Princesa y la depositó en su hermoso lecho de oro y plata. Enseguida, mandó llamar al hada rosa que, al ver la gran tristeza de todos los habitantes del castillo, dijo al rey: - Majestad: para que nuestra Princesa no se encuentre sola en el sueño, dormirán todos, y no despertarán hasta que termine su largo sueño. Tras haber pronunciado estas palabras cayeron todos dormidos. A partir de aquel momento, un bosque mágico cubrió el castillo y lo hizo impenetrable.

Y así pasaron cien años hasta que un apuesto príncipe (cuyos padres tampoco le habían dado un nombre), montado en su corcel, pasó cerca del lugar. Aunque él no pensaba pararse, el caballo tuvo un presentimiento y obvió las indicaciones de su amo y señor. Tan pronto como desmontó, el bosque impenetrable se abrió ante sus ojos y vio el castillo. El Príncipe, intrigado, entró en aquel lugar, donde todo el mundo parecía estar dormido.

Cuando llegó al magnífico lecho de oro y plata, la hermosa Princesa dormía. Asombrado por su belleza, por la palidez de su tono, y porque no había nadie alli para recriminarle nada, se inclinó sobre ella y la poseyó violentamente. Al notar la sangre cálida corriendo por las venas azules del visitante, la princesa despertó de su aletargo y clavó sus afilados colmillos en su cuello. A continuación, mordió su muñeca y le dio al príncipe un poco de su sangre pues al verle se había quedado repentinamente enamorada de él. Los dos repitieron el proceso con cada uno de los habitantes de palacio hasta que amaneció. La noche siguiente, los festejos terminaron con una gran boda que unió para siempre a la Princesa muriente y el apuesto Príncipe. Y murieron felices y comieron sirvientes, lacayos, doncellas, cocineros, ... y aprendices.


viernes, 21 de mayo de 2010

YES

Baudelaire, un libro de fotografía del siglo XX, decenas de novelas en inglés... Estás dormido, profundamente, y no puedo ver tus ojos verdes y el pequeño espacio entre tus dientes delanteros superiores. Desnudo, con tu mano pegada a mi costado. No puedo dormir, no sé si porque todo a mi alrededor es extraño o porque temo que al despertarme me encontraré al lado a un ciborg y no a un dios venido de Liverpool. He roto todas las reglas que me había preestablecido. You are beautiful, me dices. Te contesto una salvajada en español, porque sé que no lo entiendes. Eras el chico más guapo de todo el bar, tal vez el más sexy de todo Madrid. You are so great, jadeo en el apartamento donde te alojas. Baudelaire no es tuyo. Tocas en un grupo de jazz pero no te veo leyendo sentado en un barco del parque, seamos sinceros. Retiro y bares, eso es lo que conoces de mi ciudad. You kissed very nice, me susurras, ¿Do you have a boyfriend? Te digo que no. Me preguntas que si puedes serlo tú durante los próximos 2 días, que luego te marchas a casa. Confieso para mis adentros que con una hora me conformaba pero mis labios sólo pueden decir YES. Nos vamos, me besas en el taxi, en el sofá del apartamento, bailamos cada vez más ligeros de ropa. Cruzo los dedos al bajarte los pantalones. Oh, yeah. Sonríes y me quito el sujetador, las medias, y nos sumergimos en una marejada de lenguas, caricias, mi sexo en tu boca, tu miembro entre mis manos, entre mis piernas, sobre bajo y alrededor de mi lengua. Debo haberme quedado dormida porque la luz inunda esa habitación desconocida. No sé qué hora es y me visto despacio, contemplando tu piel desnuda. Me preguntas en el taxi mi edad, crees que tengo 22. Tu dices 21 y al conocer mis 28 dices 27. ¿Por qué he preguntado? Me quedo con tus 27, oh my god. Nos metemos en la ducha entre el primer y el segundo round (seguro que tienes 21) me acaricias y no puedo dejar de tocarte. Te digo que me gustaría alquilarte, como una casa o como un coche. Te ríes. You are so beautiful. Intento contarte mi vida en inglés pero tu belleza me abruma. Me he quedado dormida darling. Al abrir los ojos, el dios blanco no ha mutado en un ciborg. Recojo mi bolso del suelo. Te beso en la frente, en la boca, acaricio tus mejillas. I have to go home, digo. Susurras algo que no puedo comprender. Sleep, honey, sleep. Salgo a hurtadillas del piso, son las 9:15 de la mañana. Si no te vuelvo a ver, please to meet you.

jueves, 13 de mayo de 2010

Que no pare de llover nunca

Llueve mucho. Demasiado para salir a la calle a pasear a las perras. Espero impaciente con los ojos pegados a la ventana del salón y las cortinas corridas. Llueve y siento un escalofrío que empieza en la punta de mis manos, el agua chorrea por los cristales, la hierba de los jardines es verde y mullida, los altos cipreses pelean erguidos por el agua que se derrama desde las cornisas. Torrentes de agua dulce y refrescante. El sonido me provoca otro escalofrío que despierta las partes de mi cuerpo que aún se encuentran dormidas. Me pego más a la fría ventana intentando tocar la lluvia con unos dedos invisibles que traspasan los materiales más sólidos. Imagino que me encuentro al otro lado, con los brazos y los hombros desnudos, que el agua resbala por mi cuello y se cuela en mi camiseta hasta llegar al ombligo. Imagino, mientras una de mis manos, desobedeciendo las órdenes de mi cabeza, se ha colado por debajo del pantalón vaquero. Sigo sintiendo la lluvia mojando mi pelo y los dedos me acarician suavemente, cálidos y expertos. Creo que puedo escuchar el sonido de una cascada a lo lejos, me faltan manos para calmarme, mares para apaciguar los fuegos que van surgiendo mientras la lluvia me golpea con más fuerza. Acaricio, arrastro, presiono. Que no deje de llover nunca. Pero empieza a ser más débil y el agua resbala con menos ímpetu en el cristal, y a través de él contemplo una figura conocida, caminando, a excasos metros de mi ventana. Es él, el chico dcl otro lado del espejo, mi vecino del tercero, al que sigo o tal vez me sigue, no estoy muy segura. Y digo su nombre mientras la lluvia le resbala por la chaqueta, y mis dedos susurran su nombre en círculos, rectas y formas aún más cálidas. Pierdo el control del tiempo y del espacio. Al volver la mirada hacia la calle sólo quedan las aceras mojadas y las huellas recientes de un observador casual. Me arden los dedos, que no pare de llover nunca.

domingo, 9 de mayo de 2010

Naufragio

No me preguntes más por él. Hace tiempo le dejé en una balsa en mitad del oceáno y ha decidido abrazarse a las tablas en lugar de remar en dirección a tierra firme. Me embarga una estúpida sensación de preocupación y culpabilidad. Sé que está vivo, que respira, come y duerme, creo que espera que alguien le rescate. Miento, no creo, sé que espera que alguien le rescate, pero esta vez no voy a ser yo. Sueño despierta que observa un barco en la distancia y le veo agitar los brazos reclamando auxilio, imagino que se sacude la apatía y se lanza al océano en un triple salto mortal y nada junto a los delfines hasta la costa. La realidad es que ha encontrado en la madera una aliada y quizás una amante y yo me siento confusamente responsable de su destino. Vuelvo a verle y vuelve a buscar la parte desnuda de piel que deja mi vestido rodeando mi cuerpo con sus brazos, acariciando en un descuido los hombros y la espalda. "Rescátame", dice. "Salta de la balsa", respondo. Y le dejó allí solo, rodeado de agua y cruzo los dedos para que decida seguir adelante. Tal vez la corriente le empuje hasta nuevas tierras, le broten alas o unos simpáticos peces empujen su barca. Lo siento, hoy no puedo salvarte.

sábado, 8 de mayo de 2010

The healers

Ladies and gentleman... Estabas al fondo del bar, con una botella de zumo de tomate en la mano derecha y apoyado sobre la barra. Te miramos, era evidente que no eras de aquí. El grupo comenzó a colocar los instrumentos sobre el escenario. Llevabas un pantalón negro ancho con una cadena amarrada a uno de los bolsillos, un chaleco de cuero, una camiseta también oscura y el pelo lleno de miles de finas rastas. En la oreja derecha un aro plateado. Los músicos comenzaron a tocar, dejaste el zumo rojo en la barra y te acercaste al escenario. Agarraste el micrófono y dijiste: "Ladies and gentleman, from New York city..." Tu voz era a veces muy grave y otras muy aguda, el corazón, los pulmones, el cerebro me palpitaban bajo la piel y los huesos. Me teletransporté mentalmente a un club neoyorquino de hace más de dos décadas, percibí el olor a puro avainillado, a whisky añejo y a colonia de hombre. Me compré tu disco en el descanso y me acerqué a la barra para que me lo firmaras. What I know, what I see, what I feel, what I want of you... Versiones, propias, tus palabras entre tema y tema, el guitarrista lamiendo las cuerdas, el bajista con la mirada perdida en el horizonte en un estado similar al éxtasis... y nosotros allí, bailando y tarareando las letras mientras el batería aporreaba los platos. Fue un concierto mágico. Y mañana más.

martes, 4 de mayo de 2010

La diosa

Nadie podía saber que te estremecías al notar la brisa de las primeras horas de la noche, ni que el olor de los lilos te provocaba un inmenso placer sensitivo igualable a muy pocas cosas. Deseabas abandonar la ropa debajo de los almendros y restregarte contra las ramas de los árboles para imregnarte de su olor, retozar en el húmedo césped y que las hormigas recorrieran tu cuerpo en diminutas sendas infinitas. Eras la puta diosa de la naturaleza cuando la ciudad devoraba el sol con su lengua anaranjada y cálida y los pájaros daban paso a las criaturas nocturnas. El sonido de la oscuridad al apoderarse de la tierra, de las alargadas sombras estivales, y tú esperando agazapada entre los arbustos a que se difuminase el atardecer para volver a salir de caza. Con el pelo enmarañado y cubierto de pétalos de margaritas. Tus ojos de amazona, cálidos y rasgados, escudriñaban cada centímetro del campo de visión, que cada noche era más amplio, para conseguir el alimento deseado. ¿Qué extraño y poderoso ser eras? No parecías temer a nada y parecía que lo amabas todo. Corrías desnuda por las sendas del bosque entre los árboles milenarios y te bañabas en los ríos frotando tu piel con las flores más aromáticas que encontrabas, pero al llegar a la orilla de la gran ciudad, un escalofrío te obligaba a darle la espalda, a recoger tu ropa y a vestirte apresuradamente. La diosa naturaleza sentía pudor ante las luces de las farolas y el asfalto de las calles, vergüenza ante los ojos de los edificios y de las catedrales.

viernes, 30 de abril de 2010

Juguemos

Hagamos frente a la situación como lo harían dos adultos: yo te grito, tú te das la vuelta y desapareces en el horizonte. Pero somos dos niños envueltos en algodón y licra, que juegan a ser mayores y fingen que se enfadan. Por esa razón levanto la voz, tú me ofreces la cara y callas. Y la ira va apoderándose rápidamente de mis tripas. Algo se enciende y arde dentro a una temperatura que no puedo controlar. Proyecto hacia el exterior la rabia y mis mentiras empiezan a ser verdades.
Arrastro los tacones que le he robado a mamá por la habitación. Tú te remangas la camisa que casi roza el suelo. Te odio, te odio, te odio, con todas mis fuerzas. Algo sucede porque las cortinas flotan a un metro de la pared, los muebles giran sobre sí mismos y noto frío el aire de esta cálida mañana de julio. Pero toda yo ardo, como si tuviese mucha fiebre. Te odio por hacerme ésto, te odio. Una oleada de llamas nace de tus pies y abraza tus piernas. Se enrosca como una serpiente en tu cuerpo y lame tu cuello. Ahora eres tú el que gritas. Seamos adultos en este juego de niños, tu gritas, yo me doy la vuelta y desaparezco en el horizonte.

jueves, 29 de abril de 2010

El oscuro secreto de A.

Me han contado que te gusta vestirte de mujer. Que sales a la calle maquillado y que te estás dejando crecer el pelo. Eras un chico guapo, con las facciones suaves y una sonrisa amplia y sincera. Todos sabíamos que tu corazón encerraba un secreto pero no podía imaginar que sería uno de semejante calibre. Me hablaron de tus gustos, sabía que le comprabas ropa a tu novia en un sexshop, razón por la cual ella parecía más una puta de Montera que una pija de Somosaguas. Faldas de latex, botas de plástico hasta la mitad del muslo, camisetas con escotes imposibles,... Me pregunto qué hacías con esos fetiches antes de regalárselos. Controlabas cada uno de sus movimientos, cada alimento que ella ingería y la mandabas al gimnasio si sus curvas se difuminaban con algún kilo de más. Me repugnabas a la vez que me llamabas misteriosamente la atención. Reconozco que he deseado golpearte, clavarte unos tacones de aguja en los ojos y reventarte la tripa a puñaladas mientras intentaba adivinar tus oscuros pensamientos al mirarte a los ojos. También he deseado hacerle lo mismo a ella, por sumisa y retrasada.
Y los domingos a misa. ¿Demasiados secretos imperdonables A.? ¿Le contabas al sacerdote estas cosas? Supongo que no. ¿Querías ser la niña que mamá nunca tuvo? Aunque no conocía tu pasión por la bragas de encaje y los sujetadores con relleno siempre me pareciste un hipócrita.
Sin embargo, ahora las cosas han cambiado. Me han contado que has aceptado y confesado tus debilidades, sales a la calle con tu nuevo yo vestido tal vez de Prada o tal vez del Bershka. ¿Nadie te dijo que aceptar tus debilidades no significaría hacerte más fuerte? ¿No te comentaron que aunque tú lidiaras con ellas el resto del mundo podría seguir odiándote? Porque tus debilidades, querido A., sólo te hacen más débil ante los ojos de los demás. Tú si que estás roto.
Seguro que los domingos te sigues calzando los chinos y los naúticos en la iglesia en lugar del vestido de flores. Por esa razón me repugnas, eres un completo hipócrita. Espero que tu dios te castigue.

martes, 27 de abril de 2010

Mis botas neoyorquinas

Tengo un capricho. Cuando muera quiero que me entierren con mis botas rojas de cuadros escoceses. Las compré en Nueva York el año pasado. Realmente estaba buscando unas martens negras, hasta la rodilla, con una rosa serigrafiada en bronce en el lado externo de la pierna, pero las ví y cambié instantáneamente de opinión. No importa que tenga 85 años cuando entregue la cuchara, quiero pasar a la otra vida con mis botas puestas. Si voy a pasarme unos cuantos siglos rondando por la tierra con mi nueva forma etérea voy a necesitarlas. Saltaré en los charcos y salpicaré a los transeúntes, me encaramaré a las ventanas hasta que sepa volar y después me apoyaré en los alfeizares para espiaros. Os haré la vida imposible, no por rencor o amor, sino por aburrimiento, esperando vuestros últimos momentos para que me acompañeís en el largo periodo en el que voy a estar deambulando por aquí. Rezaré a Papá Legba para que me ayude en el proceso y pueda comunicarme tanto con los seres vivos como con los muertos. Los demás espíritus sentirán envidia al verme con mis relucientes botas arriba y abajo, y es normal, porque a la mayoría les habrán enterrado con zapatos estrechos e incómodos de tacón o unos horribles naúticos o castellanos.

viernes, 23 de abril de 2010

Garbage- You look so fine

http://www.youtube.com/watch?v=O2bUoqacYmo&feature=related

Pareces estar bien. No hay máscaras, no hay lágrimas. Me gustaría sacarte el corazón y poner el mío en su lugar para que comprendieras que no soy como las otras chicas, que no quiero lo mismo que ellas, que no puedes tomarme como a ellas. Pero eso tú ya lo sabías. Escucho tu nombre y todo se viene abajo. Es enfermizo, me siento atada, encadenada a tu recuerdo. Pareces estar bien en este desierto imaginario donde tu cuerpo yace inmóvil sobre la arena y mi voz intenta despertarte. Tal vez no puedas oirme pero te estoy esperando bajo este sol abrasador porque sé que volverás algún día. Y que yo volveré a caer. Pareces estar bien, ¿es egoísta pensar que no deberías estarlo? Sólo finge un final felíz en el que estemos los dos en casa, perdiendo el tiempo, en el que me ames y yo pueda seguir adelante.

It's so insane
You've got me tethered and chained
I hear your name
And I'm falling over

I'm not like all the other girls
I can't take it like the other girls
I won't share it like the other girls
That you used to know

You look so fine

Knocked down
Cried out
Been down just to find out
I'm through living for you

I'm open wide
I want to take you home
We're wasting time
You're the only one for me

You look so fine
I'm like the desert tonight
Leave her behind
If you want to show me

I'm not like all the other girls
I won't take it like the other girls
I won't fake it like the other girls
That you used to know

You're taking me over
Over and over
I'm falling over
Over and over

Loving me one more time
Hide inside me tonight
Do what you want to do
Just pretend happy end
Let me know let it show)
Ending with letting go
Let's pretend happy end

lunes, 19 de abril de 2010

Menos cuentos. Guía de cosas estúpidas 3.

Desarrollo la teoría absurda del comportamiento parejil mediante un proceso de inducción. Me baso única y exclusivamente en mi propia experiencia y en la observación de mis semejantes, intentando no interferir en sus vidas y compartiendo mis hipótesis con otros eruditos en la materia, seguramente tan inexpertos como yo atendiendo a los resultados. La teoría parte del siguiente enunciado: en una relación o somos perros o somos gatos.

1. Si somos perros.
Nos gusta que nos amen pero preferimos amar. Fieles, cariñosos e inseguros porque nunca nos creemos merecedores de ese afecto. Pueden darse dos situaciones:
a) Que encontremos a otro perro. Equilibrio total de amor y comprensión. Situación ideal aunque aburrida a medio y largo plazo.
b) Que encontremos a un gato. Cuando el amo felino nos pega, volvemos a por más. Perdonamos, entendemos y nos conformamos. Esta situación es insostenible y sólo es llevadera a corto plazo. Muchos perros enamorados de gatos suelen ser gatos en otras relaciones simultáneas para encontrar el equilibrio que el primero les niega. El perro, transformado en gato, usa a otro perro para satisfacer sus necesidades de dominación. En ningún caso funciona.

2. Si somos gatos.
Lo más importante es mi independencia aunque puedo compartir parte de mi vida contigo. Sé que me amas y utilizo ese arma para mantenerte atado a mí, quiera o no quiera estar contigo. Se dan las mismas opciones que en el primer punto:
a) Que encontremos a otro gato. De esta unión son fruto las relaciones tormentosas, anímicamente agotadoras pero muy entretenidas. No se conocen las consecuencias de este tipo de enlaces a largo plazo.
b) Que encontremos un perro y le hagamos la vida imposible. Te quiero, ya no te quiero, ahora sí, ahora no. En muchas ocasiones, el gato se fija en otro gato que es opuestamente distinto a su perro y pasa a actuar como un can.

El estudio continúa buscando más formas de subsistencia. No se descarta que haya un tercer o cuarto grupo que actúe de forma similar a las aves o a otras especies. Lo que es evidente es que el comportamiento humano es irracional y errático.

Menos cuentos. Guía de cosas estúpidas 2.

Hace diez años...

-A mí es que siempre me han gustado los hombres graciosos, rubios y con los ojos azules.
No te estaba describiendo, porque tus ojos eran de un color mucho más parecido al cián que al azul. Tu pelo era castaño, sí, clarísmo, pero castaño, y no es que fueras divertido es que yo por aquel entonces me reía con casi todo. Recuerdo aquella historia que te inventaste en la que luchabas contra diez rapados tú solo, la noche en la que perdí el tren de vuelta a casa. La noche en la que el rubio acabó en el hospital por pelearse contra un saco de boxeo que le rebotó en la cara y en la que me llevaste a tu casa y acabamos sentados en el borde de tu cama viendo pressing catch en la tele. Me temblaban las rodillas, podía notarme el pulso en cada esquina de tu habitación. La mejor noche de mi vida, jamás he estado tan enamorada.

Hace cinco años...

-Siempre me han atraído los hombres inteligentes, con inquietudes literarias y con una personalidad extravagante.
La belleza exterior sólo es el reflejo del alma. Podría escucharte durante horas, días, meses,... No importa que no entiendas mis bromas, y que las tuyas no me hagan demasiada gracia porque nunca antes había sentido ésto por alguien. Recuerdo el dibujo que me hiciste saliendo del agua y que me hizo enrojecer, los poemas en nuestro primer aniversario de uno, dos y tres meses. Moriría y mataría por tí.


Hace dos años...

-Eres justo lo que siempre he buscado, mi prototipo de hombre ideal, sensible, moreno, simpático... Me siento yo misma estando contigo, tenemos gustos parecidos y te ríes de mis chistes estúpidos. Y claro, yo de los tuyos. En cuanto te ví, lo supe. Después de aquella noche en la que me tradujiste la letra de aquella canción al oido en un antrazo de mala muerte, no me quedaron dudas, eres el hombre de mi vida. Me iría hasta el fin del mundo si tú me llevaras de la mano. Parece que me entiendes con sólo mirarme... sobran las palabras.

Actualmente...

-Siempre he odiado los ojos azules. La inteligencia está sobrevalorada. No me gusta la complacencia. Los rubios me dan pereza. A los frikis, ni mencionarlos. Mi mundo interior es más complejo que el tuyo (y eso ya es decir mucho).
Y es que siempre me han gustado los pelirrojos, masculinos, primitivos, de ojos verdes o grises, que trabajen con las manos pero que no sea en algo artístico ni relacionado con el mundo del motor. De inteligencia normal, alegres, que no sean ni muy divertidos ni muy aburridos, que les guste leer pero ni el Marca ni a Dostoievski. Que no les guste el fútbol pero que practiquen algún deporte en equipo, ... y como en la película, que le gusten los perros.

miércoles, 14 de abril de 2010

Menos cuentos. Guía de cosas estúpidas 1.

Me encanta cuando en las películas él se aleja en el horizonte y ella recoge su camisa del suelo y la huele. Su perfume, su olor, la esencia del ser amado concentrada en un pedazo de algodón, de seda o de lino. Ella parece recordar los momentos en los que ha tenido su piel cerca de la naríz, rememora con intensidad las caricias, los besos, sólo con aspirar el olor de la prenda. No importa si es él o es ella la que recrea, menos que sea la tela de una camiseta o la zona de las sábanas donde ha dormido. Todos lo hemos hecho de algún modo, buscando en la ausencia un atisbo de realidad. Al recoger la habitación me encuentro con tu camiseta en una esquina de la cama. ¿A qué hueles? A colonia, a jabón, a desodorante,... ¿Por qué en las películas no hay muecas de asco cuando al esperarte flores de jazmín y amaneceres te encuentras con un bofetón de sudor, tabaco y bocata de calamares? Una imagen pseudoromántica en la pantalla que se transforma en una secuencia llevando la ropa a la lavadora en la vida real. Y ni te cuento si en lugar de una camisa el amante se deja unos calcetines...

martes, 6 de abril de 2010

La única salida

No hay leyes fuera de los altos muros de la ciudad. Siempre decía que era preferible pedir perdón a pedir permiso. Hablaba como si no hubiese nadie más en el mundo que pudiera entenderte. Conversabaís y reías, porque te parecía curiosa la forma en la que se expresaba, caminabaís y mirabas el cielo, aunque solías andar con los ojos fijos en el camino en el resto de las ocasiones. Era como tu hermana mayor, tu mejor amiga o una eterna aliada. Aquella noche ella estaba nerviosa. Tenía las pupilas muy dilatadas y un leve temblor en la punta de los dedos. Intentaste calmarla en vano y te condujo a la puerta norte de la ciudad, donde tantas veces habiaís malgastado la tarde con secretos e historias imposibles. Respiraba hondo y con dificultad.
- No puedo pedir perdón- dijo mientras se apartaba un mechón de pelo que se había soltado de su coleta- Simplemente no puedo.
- Pero ¿has pedido permiso?- contestaste, sin saber muy bien si esas eran las palabras adecuadas.
- Tampoco.
Te guió fuera de los límites de la ciudad en silencio. El nerviosismo desapareció de sus manos y sus ojos se adaptaron a la oscuridad.
- No puedo volver- susurró.
- Ahora yo tampoco- Y caminaste siguiendo un mapa oculto en las estrellas.

viernes, 26 de marzo de 2010

Fin

Mira cómo el cielo se desploma sobre nuestras cabezas. Es hermoso sentir el final tan cerca. Mientras todo el mundo corre intentando encontrar un lugar donde refugiarse, él se sienta en un banco del parque y contempla el horizonte. ¿Es hermoso, verdad? Rojo como la sangre, caliente como un bollo recién sacado del horno. Terrible y magnéticamente precioso. Los gritos de la gente se acumulan en sus oidos. Despacio, entrad de uno en uno, para que pueda sentir su tono vibrar en mis tímpanos. Ha llegado el final y espera sin remordientos la nada, tranquilo por el camino recorrido, por los momentos y las sonrisas arrancadas. Nunca tuvo fe en ninguna religión que no fuera la propia, y ahora se encontraba contemplando aquella destrucción casi antinatural como si de una pantalla de cine se tratase. Enciende un cigarrillo al que no podrá dar la última calada. Felíz al ver el caos, se desnuda y se echa sobre la hierba seca. Qué inmenso placer al ver el cielo desplomándose sobre su cabeza y el calor con su lengua de fuego devorando su cuerpo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Solas

La ciudad no es tuya, es mía. Tengo los pies cansados de andarla; los ojos hundidos de adorarla; las manos arañadas de acariciar sus cicatrices. Me duelen los brazos de apretarla por si decidiese huir de mi cobijo en las tardes de tormenta. Las calles huelen a asfalto mojado y a ropa adherida al cuerpo, a colonia y a sudor, a viejos amigos casi olvidados. Como hoy, tú y yo, solas, sin saber hacia dónde caminar y con la mirada clavada en el cielo. ¿Qué me traes hoy? Yo te ofrezco lo de todos los días: mis pies, mis ojos, mis manos.

viernes, 19 de marzo de 2010

Cita con el realismo sucio y con Bukowski

"Cuando el espíritu se desvanece, aparece la forma". Pero Charles no estaba allí, ni en cuerpo ni en alma. No se hallaba entre las escasas sillas del club, ni en las bocas de los jóvenes poetas, ni en las miradas al interior de los tercios semivacíos de cerveza. En su lugar apareció Paco, medio tambaleándose por el local, abriéndose paso entre la gente y mendigando una copa de gin tonic. Paco, que aparenta más de cuarenta años y no debe alcanzar los 35, con su abrigo de paño gris y su chaqueta beige de punto, que besa a las jóvenes en los labios y da palmaditas amistosas a los chavales en los hombros. Entre balbuceo y balbuceo suelta un par de magníficas palabras que podrían hacernos estremecer si él mismo llegase a creérselas. Y luego la niña que imita a la otra chica, con sus versos fáciles y sentimentalistas: amar, crear, anhelar, besar, abrazar... Su mentora levanta la ceja izquierda y desnuda al auditorio con una voz de sábanas aterciopeladas con la que no dice nada, absolutamente nada: seductora mirada, hiriente daga, cálidas manchas, ... pero parece imposible abrazar la forma al escuchar sus palabras. Inés da paso al poeta que escribe sobre cuadros con corbata, aunque esta vez hable de su exmujer, y el espíritu se desvanece a cámara lenta. Y Paco va al baño y vomita, le pide diez euros al chico que está a mi derecha e intenta colarse detrás de la barra. Llega el argentino, con su piercing en la naríz y unos ojos verdes o grises o indefinidos, que me hacen pensar en lluvia y niños perdidos. Este argentino me encanta aunque llore cuando lee, aunque la cadencia de sus poemas sea decadente, un pesimismo optimista, como diría Charles, que ahora se ha asomado por la puerta para escucharlo. Una hermosa chica con rastas y falda larga de pana me saca de mi embobamiento. Es ruidosa, maleducada e insoportable, pienso en sacarle el cerebro, que debe llevarlo cosido a las rastas con unas cintas de colores. Salen un par de "esta es mi primera vez y estoy nervioso", pienso que con suerte también será la última. Paco habla con el camarero y consigue sacarle dos copas, una para él y otra para el tío que le ha prestado el billete. Y finalmente se sube al escenario de piernas de rejilla la yonki, con los ojos inflamados y el pantalón tres tallas por encima de la suya. Parece una drogadicta que quiere desengancharse, amante de heroína y cucharas y mecheros. Su nombre suena a santa pero su poesía huele a destrucción y construcción. De nuevo aparece la forma y se oye a Karl aplaudir desde la última fila. "Me acuesto con muertos", dice y después quiere sentir la noche en sus zapatos mientras recorre las calles vacías de Madrid. En estos momentos me dan ganas de caminar con ella de la mano y saltar en todos los charcos. "...Solo que ahora en vez de ir hacia el tiempo, es el tiempo el que viene hacia nosotros..." (Suerte, de Charles Bukowski)

martes, 16 de marzo de 2010

Demasiado pequeña, mamá

El aire huele como olía mi primer día de colegio.
Hace sol y es septiembre, no conozco a nadie porque hace sólo unos meses que nos hemos mudado. Mi madre me lleva al colegio y me abandona en un aula llena de niños con chándals de colores y las uñas tintadas por plastilina verde. Cuelgo mi chaqueta en la pared y me siento donde me indica la profesora. Mi mochila es amarilla fosforita y de un tacto plástico. Tengo ganas de llorar y quiero irme a casa, pero sé que es demasiado tarde. A las cuatro menos diez tengo que coger la ruta pero no sé dónde cogerla, ni dónde bajarme. Soy demasiado pequeña, mamá, soy demasiado pequeña aún. Todavía no he cumplido los seis años y me tiemblan las piernas. Pienso que perderé el autobús porque me da vergüenza decirle a la profesora que tengo que irme diez minutos antes de que suene el timbre. Imagino que cuando el autobús me suelte en mi calle nadie habrá ido a recogerme y que mi casa estará vacía, que me han abandonado del todo. No puedo llorar en público, no en mi primer día.
El aire huele a macarrones con carne picada, a ceras manley, a tierra y a la hierba que rodea la fuente del patio del colegio. Huele a miedo y a esperanza, a plastilina, a papel pinocho y al primer poema que aprendí en la escuela.

Momentos diabéticos

Estás mintiendo. Lo huelo en cada poro de tu piel, en tu aliento cálido, en el ligero temblor de tus manos. Un ligero parpadeo y ¡zas!, cazado. Fingiré. No he notado una breve duda en la entonación de tu voz, no ha pasado nada. Te esfuerzas en ocultarlo, me esfuerzo en no darme cuenta. ¿Por qué me miras así? Tarta de melocotón, fresas con nata, chocolate con churros. Los nervios te delatan y actúas como si nada te importase, pero al cruzarse nuestras miradas: magdalenas, nubes de algodón, cerezas y espuma de albaricoques. Siento naúseas y me sube repentinamente el azúcar. Te acercas demasiado al hablarme, me inclino ligeramente hacia atrás para evitar el contacto. Peras en almíbar, confitura de moras, ositos de gominola. Salgo corriendo a la calle y un bofetón de realidad me sacude: alquitrán, tabaco, gasolina, orina... por fin estoy en casa.

sábado, 6 de marzo de 2010

Tatiana

Había una vez en una esquina una niña que lloraba. Habían caído de sus ojos 1280 lágrimas saladas. En sus diminutas manos sostenía una vieja muñeca de trapo con el pelo rojo de lana. La niña la miraba y lloraba, la apretaba contra su pecho y suspiraba. Tenía las rodillas manchadas de barro y el vestido verde arrugado sobre las piernas.
- ¿Por qué lloras, pequeña?- preguntó amablemente un señor con un maletín de cuero marrón bajo el brazo.
- Tatiana no respira- musitó ella entre sollozos.
Él la miró desconcertado.
-¿Por qué dices eso? Yo no veo que le pase nada.
La niña le miró amargamente. Era evidente que a Tatiana sí le pasaba algo, la había acariciado todas las mañanas de su vida, había hecho y deshecho sus trenzas cientos de veces, había estado a su lado en sus dos operaciones a vida o muerte cuando su madre había colocado de nuevo sus ojos de botón a su carita blanca.
-Tatiana se muere, ha dejado de respirar y no hay ningún médico que pueda salvarla.
Él se arrodilló junto a ella y tomó delicadamente a la muñeca entre sus manos.
- Es cierto, pequeña, Tatiana se muere.
El señor acariciaba ahora los cabellos de la muñeca y se sintió repentinamente triste y desesperanzado. La niña se levantó del suelo y se limpió las rodillas. Él la vió alejarse calle arriba.
Habia una vez en una esquina un señor con un maletín de cuero marrón que lloraba.

viernes, 5 de marzo de 2010

En dos dimensiones

Me miras como si me entendieses. Te escribo entre líneas pensamientos que no puedes procesar. Escucho la variación en tu voz, que pasa de enfadada a relajada, y pienso que no hay ser humano sobre la faz de la tierra que pueda ser tan estúpido. Lamentablemente el juego ha dejado de ser divertido porque sobrestimé tus cualidades y te dibujé más interesante, más profundo, como en cuatro dimensiones. Pero sobre el papel, con mi lápiz hb eres plano y de líneas rectas. En mi cabeza las curvas y las sombras te otorgaban cierta presencia y voluptuosidad, la realidad ha violado bruscamente mi imaginación que ahora se encuentra confusa y desarraigada. ¿Qué esperabas? ¿Complacencia? ¿No ves cómo los sueños salen y entran disparatadamente de mi cabeza? Quiero mariposas y de tu dibujo sólo salen moscas.

La página 25

No fueron tus palabras, ni tus contínuas atenciones, ni el reflejo del mar en tus ojos marrones. No fue el exceso de alcohol, ni las drogas, ni el olor a hierba mojada en nuestras ropas después de abrazar la tierra en una noche que se me antojaba infinita y borrosa. No puedo decirte que te amase desde el primer momento, ni que lo hiciera años después, tampoco que no me arrepintiera aquella mañana o a la semana siguiente. Ni tu rostro, ni tu voz, ni tus actos. Supe que podría amarte cuando leí tu cuento, y más concretamente, al llegar a la página 25. Había tanta pasión en tu pluma, un futuro tan claro que me convenciste. La celeridad de los acontecimientos, los pensamientos de la protagonista, la identificación tú-yo-ella en cada capítulo. Descubrí que podría quererte, si no lo hacía ya desde la página 24, y también que jamás terminarías aquella historia. Esa fue la razón por la que me enamoré de tí, tu maldito cuento,y que no la acabases el motivo por el que mi llama comenzó a extinguirse. Si buscase una razón de por qué te amé y dejé de amarte sería la dichosa página 25.

lunes, 22 de febrero de 2010

¿Está vivo el gato?

"Recuerdos del futuro" o "Flashforward" es la obra de Robert J. Sawyer en el que está basada la actual y novedosa serie audiovisual de ciencia ficción con el mismo título. Si algunos esperaban una adaptación del ejemplar, lo llevan claro. Los tiempos, los espacios y los personajes difieren con el original. En la novela, un experimento científico puede ser el causante de que, durante poco más de un minuto, todos los seres humanos del planeta pierdan la consciencia y tengan sueños vívidos sobre su futuro. Sawyer intenta ofrecernos diversas teorías explicativas de la movilidad-inmovilidad de la línea espacio-temporal. ¿Existe el libre albedrío? ¿Nuestro destino es inmutable? ¿Echaríamos un segundo vistazo al "futuro" si tuviéramos la oportunidad? ¿Podríamos seguir viviendo si sabemos que dentro de veintiún años no habremos alcanzado nuestros sueños? ¿Y si lo que hemos visto fuese sólo una ramificación real de lo que pudiera pasar, un "universo paralelo" posible, una línea temporal alternativa? En esa búsqueda por saber se nos expone brevemente la teoría de Schrödinger sobre la interpretación de los muchos mundos en relación con la física cuántica. El experimento, que desde luego es imaginario, consiste en meter en una caja opaca un gato y una botella con un gas venenoso. El gas está conectado a un dispositivo detector de partículas alfa que rompe el contenedor si percibe una de estas partículas. Al lado de este detector se coloca un átomo radiactivo que tiene el 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Mientras no abramos la caja, el gato está tan vivo como muerto y sólo podemos hipotetizar sobre sus probabilidades, pero si decidimos abrirla y mirar dentro modificaremos sustancialmente el contenido, ya que veremos un gato vivo o un gato muerto. La interpretación de los "muchos mundos" de Hught Everett nos traslada a un espacio superior, el gato sigue estando vivo y muerto a la vez pero en ramas diferentes del universo, y todas esas ramas son reales.
Uno de los protagonistas, Theo Procopides, no ve nada durante el flasforward y llega a la conclusión de que no ha tenido visión de su futuro porque no tendrá futuro. Theo lucha constantemente contra su destino intentando hacer todo lo posible para que las circunstancias que otros han visto en sus sueños, no se cumplan. Su razón es una búsqueda constante de información, algo que le domina y le guía. Theo mete en la caja de Schrödinger su vida y durante veintiún años no se atreve a echar un vistazo.
¿Existe el libre albedrío? ¿Podemos cambiar nuestro futuro o está todo preestablecido? ¿Está vivo el gato?

viernes, 19 de febrero de 2010

Fronteras

LO IRREAL
Mírame a los ojos y que me digan ellos que no lo deseas. Perdernos entre la multitud, olernos, tocarnos, saborear tu cuello. ¿A qué juegas? Imagino cómo llegar a tus labios, tan lejanos, tan difíciles. Escalarte, arañarte, masticarte y luego dormirme en tus brazos, esconderme bajo tu camiseta. Podrías apartarme con un dedo, de un soplido, podrías retarme o responder a mis caprichosas miradas. Eres una palmera de chocolate, una tarta de manzana, una tostada de tomate y aceite, sin remordimientos, sin culpables, sin heridas. ¿Cómo olerá hoy tu pelo? ¿Cómo puedo doblegarte? Me queda tan poco tiempo...

LO REAL
De repente, sin pensarlo, el roce de tu boca al despedirnos en tu coche. Tus manos bajo mi camiseta negra, agarrando mi espalda, desnudando el presente. Tus manos, tu lengua, devorándome. ¿Cómo podía ser tan pequeña entre tus brazos? Abrázame porque no hay futuro y no puedo remediarlo. No me digas que me quieres porque sabes que no habrá respuesta, pídeme que no me vaya, que no acabe esta noche de secretos y risas. Ni tu olor, ni tu sabor, sólo tus dedos en mi espalda, en mis nalgas, tu mirada incrédula bajo las farolas de mi calle. No me engaño, ni esta noche ni ninguna otra. Nunca te he prometido nada. No te engañes y bésame hoy porque tal vez mañana no pueda volver a hacerlo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Déjà vu

Soy afortunada en tener mala suerte. Me desperté y me dí cuenta de que aquello no era lo que había soñado durante toda mi vida. A mi izquierda (siempre en el mismo lado desde hace más de 25 años) estaba él. Había sido tan guapo de joven, con sus enormes ojos y sus larguísimas pestañas, que nada más verle en la cafetería en la que solía desayunar de camino al trabajo, me enamoré perdidamente de él. Cada vez que le miraba me ardía el estómago. Pasaron dos meses hasta que me atreví a hablarle y cuatro meses después caminábamos juntos de la mano por la Gran Vía madrileña. Siempre imaginé que acabaría con un artista o con un aventurero, alguien que no me atase a un modo determinado de vivir, alguien con quien despertarse cada mañana fuese un reto, pero me encantaba el modo que tenía de sostener la taza de café con ambas manos, cómo le sentaba el traje de raya diplomática y su mirada dulce y sencilla. Era comercial y leía diariamente un periódico deportivo, yo quería escribir un libro y distinguía a los equipos de fútbol por los colores de las camisetas. Me parecía divertido porque no lograba entenderle y día tras día mis intentos vanos en explicarme fueron siendo sustituidos por largos silencios compartidos. A los dos años nos casamos y seis meses después tuvimos a nuestro primer hijo. El segundo llegó cuando mirarle era lo único con lo que podía llenar ese vacío. Pasaron los años y nunca terminé mi libro, el trabajo, los deberes de los niños, las vacaciones en agosto en la playa, ... una vida perfecta, perfecta para otra persona.
Cuando entré en la cafetería en la que suelo tomarme el café todas las mañanas antes de ir a trabajar le ví y pensé que era el chico más guapo que había visto en toda mi vida. A los dos meses intercambiamos un par de frases estúpidas y tuve una extraña sensación de déjà vu. A los cuatro meses rechacé su invitación de ir al cine y tres semanas después me lo encontré en nuestro bar desayunando con una chica preciosa que no paraba de reir. Por un instante deseé ser ella pero luego me dí cuenta de que soy realmente afortunada, tengo suerte en tener mala suerte.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ni mujeres ni niños

Cómo no enamorarse perdidamente de tí, analfabéticamente, con este amor desentrenado que todo lo puede. Tan fuerte León, tan apasionado, dispuesto a morir, preparado para matar y sobrevivir. Ni mujeres ni niños, repites, hasta las manos de la muerte tienen sus indulgencias.

Mateo 7-3, ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

Estamos rodeados de idiotas. Por las calles, las aceras, los bulevares, las avenidas, en los centros comerciales, bares, cafeterías, incluso en las paradas de autobús puedes toparte con uno de ellos, sin distinción de sexo, edad, nivel de estudios o religión. No me refiero a esas personas que nos caen bien porque la maldad, el egoísmo y la manipulación no tienen cabida en ellas, a esos les deseo lo mejor y mi más profundo respeto. Hablo de quienes piensan que van a solucionarte la vida con sus consejos pese a que sabes que su mierda es más grande y huele peor que la tuya. Aún así te callas porque, joder, si ellos no lo quieren ver no vas a tirar tú de la venda que cubre sus ojos. Pero mientras escuchas, el ronroneo va devorándote los sesos y el angelito malo sobre el hombro izquierdo te grita para que lo vomites todo sin contemplaciones, y que se joda. Y sonríes y dices que tiene razón, claro que la tiene, y poniendo tu mejor sonrisa forzada metes tus pensamientos destructivos en una cámara acorazada. Respiras hondo no una ni dos veces, sino tres, y cambias de tema. Hay que ver lo listos que pareceís y os creeís y lo subnormales profundos que resultaís al abrir la boca e insistir. La segunda mueca forzada, más parecida a un "como sigas por ahí te corto la yugular", no da resultado y optas por mirar hacia otro lado, comprobar desesperadamente la hora y rezar para que te suene el móvil y corte ese momento, algo que no sucede nunca. Puede que el resto del tiempo, cuando no os comportaís como salvadores de la humanidad, omnipresentes y portadores de la verdad absoluta, os quiera y os aguante pero todos tenemos un límite.
No soporto que me guíen cuando se cómo llegar a un sitio si vamos en mi coche. El primer consejo lo paso, al segundo te contesto que aunque por este camino hay doscientos metros más así nos saltamos los cinco semáforos que hay por el que tú quieres ir. Al tercer aviso te digo que voy por donde quiero y punto. Y el angelito malo me dice, "venga prima, díselo, que es tu coche, has pagado tú la gasolina y encima el/la muy idiota no tiene carné de conducir"
No aguanto que me den consejos sobre mi estado de salud. Toso porque fumo y fumo porque quiero. Sé que el deporte es bueno pero me cansa. Y como cuando tengo hambre. Si eres nutricionista, médico o similar no te pongo mala cara pero recuerda que dejaste el puto tabaco ayer y que tampoco es bueno beber hasta perder el conocimiento o comenzar el día con una cerveza y no con un café como es debido.
No me digas quién me conviene y quién no, porque evidentemente ya lo sé aunque otra cosa muy distinta es que haga lo que la lógica me dicta. Así que puedo quedar con quien me apetezca, te parezca bien o no, hacer lo que me plazca y pensar de vez en cuando en lo que quiero y no en lo que debo hacer, que no sólo de obligaciones morales vive el hombre y la única moral con la que tengo que vivir es con la mía propia.
¿Y qué vas a hacer con tu vida? ¿Pero no habías decidido volver a estudiar? Pues sí, pero ahora estoy replanteándome la idea, es más, puedo tener una nueva idea y mandar a la mierda la antigua. No me llames cobarde porque cobarde es aquel que ni siquiera lo intenta y yo ya estoy poniendo algo de mi parte. Son mis sueños, mis ilusiones, mis esperanzas y puedo cambiarlas si ya no me satisfacen. ¿Puedes decir tú lo mismo? Miles de respuestas se le cruzan al angelito malo por la cabeza, pero vuelvo a contenerme, incluso ante la pantalla blanca del blog.
El día que explote no van a tener ojos con los que ver mi paja, por muy mal que suene y se lea esta frase, que se jodan.

domingo, 10 de enero de 2010

La voz del ruso

Estábamos los tres en el metro cuando le vimos. Tuve que hacer esfuerzos por no mirarle porque el ruso es una de esas personas que llama inmediatamente la atención y de la que no puedes apartar la vista. Si alguna vez imaginé su voz, dulce y metálica, hoy imagino el tacto de sus antebrazos. Se baja en la misma estación en la que nos apeamos nosotros y camina hacia la otra salida, la que le lleva a la parada de autobús camino a casa. Nervios y risas tontas, ideamos un plan para parar el coche y acercarle a su destino, que es el mismo que el nuestro. Al detener el coche el ruso con nombre de esclavo se sorprende y se sienta a mi lado. La conversación fluye, el ruso está en paro por sobrecualificación académica, vete tú a saber. Ha estudiado administración de empresas y turismo y se expresa demasiado bien para ser tan joven. Si su voz dulce y cadenciosa me atrapa no puedo imaginar lo que podrán hacer sus ojos grises cuando la luz incida directamente en su cara. Imagino que acaricio su cuello blanco, que beso sus labios y que examino cada centímetro de su cuerpo desnudo mientras me susurra frases que no pienso entender. Vodka resbalando por su pecho y mi lengua recogiendo cada gota. La voz rebotando en las paredes y mis manos ultrajándole. Nos desea feliz año al bajarse del coche, yo me guardo su voz dulce y metálica en el bolsillo.

sábado, 9 de enero de 2010

Ojos nuevos

Con el sol tenue de enero abrió sus ojos y se encontró su cuerpo. Cálido, siempre era cálido. Acarició la piel desnuda bajo la sábana que todo lo oculta, la que ningún monstruo puede atravesar en mitad de la noche. Le miró detenidamente, los hombros, las manos, la suave hendidura del pecho. Todo igual, todo perfecto. Sus ojos se cruzaron esa mañana de invierno de forma poco espontánea, igual que otros muchos amaneceres incompletos, y aunque todo era similar a otras ocasiones nada era lo mismo. Los ojos entrecerrados, las pestañas negras tupidas y cortas, la forma de sus labios ¿por qué no los recordaba así? ¿por qué era tan distinto? El techo, los cuadros, los muebles,... y la misma sensación estúpida de novedad que no conseguía apartar de su mente. Tal vez nada de lo que ves haya cambiado, se dijo.