lunes, 22 de febrero de 2010

¿Está vivo el gato?

"Recuerdos del futuro" o "Flashforward" es la obra de Robert J. Sawyer en el que está basada la actual y novedosa serie audiovisual de ciencia ficción con el mismo título. Si algunos esperaban una adaptación del ejemplar, lo llevan claro. Los tiempos, los espacios y los personajes difieren con el original. En la novela, un experimento científico puede ser el causante de que, durante poco más de un minuto, todos los seres humanos del planeta pierdan la consciencia y tengan sueños vívidos sobre su futuro. Sawyer intenta ofrecernos diversas teorías explicativas de la movilidad-inmovilidad de la línea espacio-temporal. ¿Existe el libre albedrío? ¿Nuestro destino es inmutable? ¿Echaríamos un segundo vistazo al "futuro" si tuviéramos la oportunidad? ¿Podríamos seguir viviendo si sabemos que dentro de veintiún años no habremos alcanzado nuestros sueños? ¿Y si lo que hemos visto fuese sólo una ramificación real de lo que pudiera pasar, un "universo paralelo" posible, una línea temporal alternativa? En esa búsqueda por saber se nos expone brevemente la teoría de Schrödinger sobre la interpretación de los muchos mundos en relación con la física cuántica. El experimento, que desde luego es imaginario, consiste en meter en una caja opaca un gato y una botella con un gas venenoso. El gas está conectado a un dispositivo detector de partículas alfa que rompe el contenedor si percibe una de estas partículas. Al lado de este detector se coloca un átomo radiactivo que tiene el 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Mientras no abramos la caja, el gato está tan vivo como muerto y sólo podemos hipotetizar sobre sus probabilidades, pero si decidimos abrirla y mirar dentro modificaremos sustancialmente el contenido, ya que veremos un gato vivo o un gato muerto. La interpretación de los "muchos mundos" de Hught Everett nos traslada a un espacio superior, el gato sigue estando vivo y muerto a la vez pero en ramas diferentes del universo, y todas esas ramas son reales.
Uno de los protagonistas, Theo Procopides, no ve nada durante el flasforward y llega a la conclusión de que no ha tenido visión de su futuro porque no tendrá futuro. Theo lucha constantemente contra su destino intentando hacer todo lo posible para que las circunstancias que otros han visto en sus sueños, no se cumplan. Su razón es una búsqueda constante de información, algo que le domina y le guía. Theo mete en la caja de Schrödinger su vida y durante veintiún años no se atreve a echar un vistazo.
¿Existe el libre albedrío? ¿Podemos cambiar nuestro futuro o está todo preestablecido? ¿Está vivo el gato?

viernes, 19 de febrero de 2010

Fronteras

LO IRREAL
Mírame a los ojos y que me digan ellos que no lo deseas. Perdernos entre la multitud, olernos, tocarnos, saborear tu cuello. ¿A qué juegas? Imagino cómo llegar a tus labios, tan lejanos, tan difíciles. Escalarte, arañarte, masticarte y luego dormirme en tus brazos, esconderme bajo tu camiseta. Podrías apartarme con un dedo, de un soplido, podrías retarme o responder a mis caprichosas miradas. Eres una palmera de chocolate, una tarta de manzana, una tostada de tomate y aceite, sin remordimientos, sin culpables, sin heridas. ¿Cómo olerá hoy tu pelo? ¿Cómo puedo doblegarte? Me queda tan poco tiempo...

LO REAL
De repente, sin pensarlo, el roce de tu boca al despedirnos en tu coche. Tus manos bajo mi camiseta negra, agarrando mi espalda, desnudando el presente. Tus manos, tu lengua, devorándome. ¿Cómo podía ser tan pequeña entre tus brazos? Abrázame porque no hay futuro y no puedo remediarlo. No me digas que me quieres porque sabes que no habrá respuesta, pídeme que no me vaya, que no acabe esta noche de secretos y risas. Ni tu olor, ni tu sabor, sólo tus dedos en mi espalda, en mis nalgas, tu mirada incrédula bajo las farolas de mi calle. No me engaño, ni esta noche ni ninguna otra. Nunca te he prometido nada. No te engañes y bésame hoy porque tal vez mañana no pueda volver a hacerlo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Déjà vu

Soy afortunada en tener mala suerte. Me desperté y me dí cuenta de que aquello no era lo que había soñado durante toda mi vida. A mi izquierda (siempre en el mismo lado desde hace más de 25 años) estaba él. Había sido tan guapo de joven, con sus enormes ojos y sus larguísimas pestañas, que nada más verle en la cafetería en la que solía desayunar de camino al trabajo, me enamoré perdidamente de él. Cada vez que le miraba me ardía el estómago. Pasaron dos meses hasta que me atreví a hablarle y cuatro meses después caminábamos juntos de la mano por la Gran Vía madrileña. Siempre imaginé que acabaría con un artista o con un aventurero, alguien que no me atase a un modo determinado de vivir, alguien con quien despertarse cada mañana fuese un reto, pero me encantaba el modo que tenía de sostener la taza de café con ambas manos, cómo le sentaba el traje de raya diplomática y su mirada dulce y sencilla. Era comercial y leía diariamente un periódico deportivo, yo quería escribir un libro y distinguía a los equipos de fútbol por los colores de las camisetas. Me parecía divertido porque no lograba entenderle y día tras día mis intentos vanos en explicarme fueron siendo sustituidos por largos silencios compartidos. A los dos años nos casamos y seis meses después tuvimos a nuestro primer hijo. El segundo llegó cuando mirarle era lo único con lo que podía llenar ese vacío. Pasaron los años y nunca terminé mi libro, el trabajo, los deberes de los niños, las vacaciones en agosto en la playa, ... una vida perfecta, perfecta para otra persona.
Cuando entré en la cafetería en la que suelo tomarme el café todas las mañanas antes de ir a trabajar le ví y pensé que era el chico más guapo que había visto en toda mi vida. A los dos meses intercambiamos un par de frases estúpidas y tuve una extraña sensación de déjà vu. A los cuatro meses rechacé su invitación de ir al cine y tres semanas después me lo encontré en nuestro bar desayunando con una chica preciosa que no paraba de reir. Por un instante deseé ser ella pero luego me dí cuenta de que soy realmente afortunada, tengo suerte en tener mala suerte.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ni mujeres ni niños

Cómo no enamorarse perdidamente de tí, analfabéticamente, con este amor desentrenado que todo lo puede. Tan fuerte León, tan apasionado, dispuesto a morir, preparado para matar y sobrevivir. Ni mujeres ni niños, repites, hasta las manos de la muerte tienen sus indulgencias.

Mateo 7-3, ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

Estamos rodeados de idiotas. Por las calles, las aceras, los bulevares, las avenidas, en los centros comerciales, bares, cafeterías, incluso en las paradas de autobús puedes toparte con uno de ellos, sin distinción de sexo, edad, nivel de estudios o religión. No me refiero a esas personas que nos caen bien porque la maldad, el egoísmo y la manipulación no tienen cabida en ellas, a esos les deseo lo mejor y mi más profundo respeto. Hablo de quienes piensan que van a solucionarte la vida con sus consejos pese a que sabes que su mierda es más grande y huele peor que la tuya. Aún así te callas porque, joder, si ellos no lo quieren ver no vas a tirar tú de la venda que cubre sus ojos. Pero mientras escuchas, el ronroneo va devorándote los sesos y el angelito malo sobre el hombro izquierdo te grita para que lo vomites todo sin contemplaciones, y que se joda. Y sonríes y dices que tiene razón, claro que la tiene, y poniendo tu mejor sonrisa forzada metes tus pensamientos destructivos en una cámara acorazada. Respiras hondo no una ni dos veces, sino tres, y cambias de tema. Hay que ver lo listos que pareceís y os creeís y lo subnormales profundos que resultaís al abrir la boca e insistir. La segunda mueca forzada, más parecida a un "como sigas por ahí te corto la yugular", no da resultado y optas por mirar hacia otro lado, comprobar desesperadamente la hora y rezar para que te suene el móvil y corte ese momento, algo que no sucede nunca. Puede que el resto del tiempo, cuando no os comportaís como salvadores de la humanidad, omnipresentes y portadores de la verdad absoluta, os quiera y os aguante pero todos tenemos un límite.
No soporto que me guíen cuando se cómo llegar a un sitio si vamos en mi coche. El primer consejo lo paso, al segundo te contesto que aunque por este camino hay doscientos metros más así nos saltamos los cinco semáforos que hay por el que tú quieres ir. Al tercer aviso te digo que voy por donde quiero y punto. Y el angelito malo me dice, "venga prima, díselo, que es tu coche, has pagado tú la gasolina y encima el/la muy idiota no tiene carné de conducir"
No aguanto que me den consejos sobre mi estado de salud. Toso porque fumo y fumo porque quiero. Sé que el deporte es bueno pero me cansa. Y como cuando tengo hambre. Si eres nutricionista, médico o similar no te pongo mala cara pero recuerda que dejaste el puto tabaco ayer y que tampoco es bueno beber hasta perder el conocimiento o comenzar el día con una cerveza y no con un café como es debido.
No me digas quién me conviene y quién no, porque evidentemente ya lo sé aunque otra cosa muy distinta es que haga lo que la lógica me dicta. Así que puedo quedar con quien me apetezca, te parezca bien o no, hacer lo que me plazca y pensar de vez en cuando en lo que quiero y no en lo que debo hacer, que no sólo de obligaciones morales vive el hombre y la única moral con la que tengo que vivir es con la mía propia.
¿Y qué vas a hacer con tu vida? ¿Pero no habías decidido volver a estudiar? Pues sí, pero ahora estoy replanteándome la idea, es más, puedo tener una nueva idea y mandar a la mierda la antigua. No me llames cobarde porque cobarde es aquel que ni siquiera lo intenta y yo ya estoy poniendo algo de mi parte. Son mis sueños, mis ilusiones, mis esperanzas y puedo cambiarlas si ya no me satisfacen. ¿Puedes decir tú lo mismo? Miles de respuestas se le cruzan al angelito malo por la cabeza, pero vuelvo a contenerme, incluso ante la pantalla blanca del blog.
El día que explote no van a tener ojos con los que ver mi paja, por muy mal que suene y se lea esta frase, que se jodan.