viernes, 12 de febrero de 2010

Mateo 7-3, ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

Estamos rodeados de idiotas. Por las calles, las aceras, los bulevares, las avenidas, en los centros comerciales, bares, cafeterías, incluso en las paradas de autobús puedes toparte con uno de ellos, sin distinción de sexo, edad, nivel de estudios o religión. No me refiero a esas personas que nos caen bien porque la maldad, el egoísmo y la manipulación no tienen cabida en ellas, a esos les deseo lo mejor y mi más profundo respeto. Hablo de quienes piensan que van a solucionarte la vida con sus consejos pese a que sabes que su mierda es más grande y huele peor que la tuya. Aún así te callas porque, joder, si ellos no lo quieren ver no vas a tirar tú de la venda que cubre sus ojos. Pero mientras escuchas, el ronroneo va devorándote los sesos y el angelito malo sobre el hombro izquierdo te grita para que lo vomites todo sin contemplaciones, y que se joda. Y sonríes y dices que tiene razón, claro que la tiene, y poniendo tu mejor sonrisa forzada metes tus pensamientos destructivos en una cámara acorazada. Respiras hondo no una ni dos veces, sino tres, y cambias de tema. Hay que ver lo listos que pareceís y os creeís y lo subnormales profundos que resultaís al abrir la boca e insistir. La segunda mueca forzada, más parecida a un "como sigas por ahí te corto la yugular", no da resultado y optas por mirar hacia otro lado, comprobar desesperadamente la hora y rezar para que te suene el móvil y corte ese momento, algo que no sucede nunca. Puede que el resto del tiempo, cuando no os comportaís como salvadores de la humanidad, omnipresentes y portadores de la verdad absoluta, os quiera y os aguante pero todos tenemos un límite.
No soporto que me guíen cuando se cómo llegar a un sitio si vamos en mi coche. El primer consejo lo paso, al segundo te contesto que aunque por este camino hay doscientos metros más así nos saltamos los cinco semáforos que hay por el que tú quieres ir. Al tercer aviso te digo que voy por donde quiero y punto. Y el angelito malo me dice, "venga prima, díselo, que es tu coche, has pagado tú la gasolina y encima el/la muy idiota no tiene carné de conducir"
No aguanto que me den consejos sobre mi estado de salud. Toso porque fumo y fumo porque quiero. Sé que el deporte es bueno pero me cansa. Y como cuando tengo hambre. Si eres nutricionista, médico o similar no te pongo mala cara pero recuerda que dejaste el puto tabaco ayer y que tampoco es bueno beber hasta perder el conocimiento o comenzar el día con una cerveza y no con un café como es debido.
No me digas quién me conviene y quién no, porque evidentemente ya lo sé aunque otra cosa muy distinta es que haga lo que la lógica me dicta. Así que puedo quedar con quien me apetezca, te parezca bien o no, hacer lo que me plazca y pensar de vez en cuando en lo que quiero y no en lo que debo hacer, que no sólo de obligaciones morales vive el hombre y la única moral con la que tengo que vivir es con la mía propia.
¿Y qué vas a hacer con tu vida? ¿Pero no habías decidido volver a estudiar? Pues sí, pero ahora estoy replanteándome la idea, es más, puedo tener una nueva idea y mandar a la mierda la antigua. No me llames cobarde porque cobarde es aquel que ni siquiera lo intenta y yo ya estoy poniendo algo de mi parte. Son mis sueños, mis ilusiones, mis esperanzas y puedo cambiarlas si ya no me satisfacen. ¿Puedes decir tú lo mismo? Miles de respuestas se le cruzan al angelito malo por la cabeza, pero vuelvo a contenerme, incluso ante la pantalla blanca del blog.
El día que explote no van a tener ojos con los que ver mi paja, por muy mal que suene y se lea esta frase, que se jodan.

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