viernes, 13 de marzo de 2009

Recuerdos

Todas las palabras se las ha llevado el viento. Te busqué tantas veces en aquella sala en la que ya no estabas, deseando encontrarme con tu risa, dibujando tu silueta en mi cabeza, acariciando tu cálido abrazo en el aire que me rodeaba... Te busqué tantas veces en mis sueños, corriendo por las calles por las que me llevabas de la mano, detenida en el escaparate donde compramos aquel vestido negro de flores que aún conservo, observándome con cuidadoso mimo. Durante meses busqué tus ojos en los vagones del metro y al doblar todas las esquinas y sólo hallé vacío y, sobre todo, silencio. Me queda una rosa negra sin espinas, muchas lágrimas contenidas y un agujero en mi pecho. Todas las palabras se las ha llevado el viento pero aún guardo tus libros, el recuerdo de tu torpe firma sobre el papel, el tacto de tus dedos sobre mi nuca al colocarme la chaqueta. Los desayunos con tostadas y café con leche, el viaje a la playa, las tres juntas saltando las olas, el camisón blanco. Siempre sabías lo que me pasaba, lo que me dolía, lo que me entristecía y cómo arreglarlo sin decir nada. Qué pensamientos tan hermosos me trae el viento cuando ya no puede traerme tus palabras.

miércoles, 11 de marzo de 2009

No pude evitarlo

Ciento cincuenta kilómetros por hora. Las líneas de la autovía bailan y las discontínuas se convierten en una única raya blanca delgada que se desliza suavemente bajo las ruedas del coche. La luna, prácticamente llena, me vigila, me acusa. Sí, he sido yo, murmuro, no pude evitarlo. Puedo ver su dedo inquisidor señalándome, culpándome, diciéndole a todo el mundo dónde me encuentro, hacia dónde voy antes de que yo mismo lo sepa. Me tiemblan las manos, hace ya casi dos horas, y el pulso en mi muñeca sigue acelerado. Tomaré la siguiente salida y conduciré hacia la costa. Salida ciento cincuenta, odio las coincidencias. Reduzco la velocidad, no puedo permitirme el lujo de ser detectado por un radar ni que la policía me pare por rebasar los límites. Intento buscar alguna explicación para lo que he hecho, pero no se me ocurre nada razonable, sólo que no pude evitarlo, ni voces extrañas en mi cabeza ni mensajes de un dios pidiendo justicia. Mi chaqueta aún huele a humo y mis dedos a gasolina a pesar de que estuve en la habitación menos de diez segundos. Por fin comienzo a relajarme y suena el teléfono móvil. La pantalla se ilumina y veo que es un compañero del trabajo. Lo apago. A estas alturas deben saberlo ya todos, la noticia ha debido correr como la pólvora. Sigo conduciendo durante horas, por carreteras secundarias, hasta que el sol me recuerda que todavía no me he acostado y los ojos empiezan a picarme por el cansancio. Unos kilómetros más y paro. Tan sólo unos metros más. Quiero llegar a la ciudad, comprarme un periodico y ver en portada mi obra maestra mientras disfruto de un café cortado y un par de tostadas con mantequilla. Después del desayuno ya meditaré qué pasará con el resto de mi vida, me desharé del móvil, de las tarjetas de crédito, del coche,... La noticia irá en una página impar, seguro, a seis columnas y con tres o cuatro fotos del escenario. Los periodistas intentarán buscar las causas que me han llevado a esta (¿locura?) acción, que si era un trabajador conflictivo, que si pedí un aumento de sueldo que me fue denegado, un fracaso amoroso, un encontronazo con mis jefes o con mis compañeros, excasa vida social,... cuando la única verdad es que lo hice porque quise. Si pudiera escoger el titular sería, sin duda, "No pude evitarlo".