martes, 30 de junio de 2009

Tal vez

Le he invitado a tomar café. Se sentó en el sofá grande, en un extremo, tal vez para que yo ocupase el espacio que había dejado libre a su izquierda, tal vez por inercia. Opté por el sillón individual, más práctico, más cómodo, más lejos. Hablamos durante horas, "eso se nos da bien" dice y le sonrío porque tal vez la frase no vaya con segundas intenciones, o tal vez sí. Me gusta su forma de pensar, muy parecida a la mía, aunque somos como el agua y el aceite, la forma que tiene de mirarme y cómo se justifica si le pregunto por su pasado, por qué hace esto o aquello, siempre intentando encontrar las palabras adecuadas. En algún momento de la conversación realiza un leve acercamiento y me coloca la mano sobre la rodilla que se ha quedado desnuda al cruzar las piernas. Finjo que ese movimiento no ha existido y la aparta lentamente. Tal vez sean imaginaciones mías pero creo que le ha costado dar ese paso, o tal vez fuese un gesto amistoso. No sé por qué cuento mentalmente las veces que intenta acercarse o que se acerca, todo son suposiciones. Después de la rodilla me ha tocado tres veces el brazo y para hacerlo ha tenido que incorporarse sobre la mesa mientras yo permanecía impasible recostada en mi sofá individual. Nos hemos despedido en el portal y me ha pedido que le llamara. Creo que al irse estaba triste o tal vez sólo estaba pensativo, tal vez crea o sepa que no voy a llamarle.

viernes, 26 de junio de 2009

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La fantasía ha muerto en el acantilado. Tus pies desnudos despiertan con el duro y afilado contacto de las rocas, tus manos se aferran a sus aristas de un modo instintivo. Has llegado al límite, donde la tierra se ha topado con el mar y, asustada, ha detenido su intento de doblegarlo. No hay un paisaje más hermoso que el que tienes ante tus ojos, el mar revuelto, el sol como una pesa atada al cielo que va cerrándose de un color intenso y anaranjado, el dibujo de la costa que se extiende hasta el infinito y el olor de las hierbas, de los árboles, salpicado de sal. Lo atrapas todo en las pupilas y en los pulmones. No piensas en nada, todo es tan mágico que tus pensamientos se han paralizado, y al mismo tiempo sabes que no hay nada más real, que no puede haber nada más real porque tu cuerpo reacciona a cada estímulo. Retrocedes despacio, para no tropezar con las piedras y resbalarte con la vegetación que invade el terreno, y te alejas dando la espalda al inmenso mar, quizás a lo único que sabes que no es fruto de tu imaginación. Cada paso te recuerda lo que dejas atrás, los arañazos en la planta de los pies, el sabor salado de tus antebrazos, el mechón de pelo que se ha escapado y te acaricia la cara y, en cada paso, un nuevo pensamiento nace y se entretiene. Ves a un hombre a caballo, bajando la pradera, a punto de rescatar a mil y una damiselas en apuros. Identificas la sonrisa de la joven que ha decidido tomar las riendas de su vida de una forma apresurada, las arrugas del anciano te cuentan sus días más felices y, sus cicatrices, los más inoportunos. La fantasía cada vez es más nítida y olvidas el temor al vacío, la inmensidad del horizonte que te hace sentirte minúsculo. La fantasía muere y nace en el acantilado, como todo, como nada.

miércoles, 10 de junio de 2009

Justicia

No puedo ni quiero pensar que estamos aquí para matar el tiempo, que la vida discurre sin sentido y que las acciones buenas no serán recompensadas. Dices que la justicia es subjetiva y que no hay actos justos o injustos, sino que son otros, o nosotros mismos, los que les dan o damos ese significado. Crees en la humanidad, en la capacidad del ser humano para poder definirse. Yo prefiero la justicia poética, para mí justicia divina, en la que ningún acto es desconocido para el narrador omnisciente y que antes o después nos es revelado, sin que ningún dios interfiera en mi visión de la dualidad bondad-maldad. No puedo creer en el ser humano pero puedo creer en tí.

El conejo

Seguro que alguna vez te has preguntado si serias capaz de matar. La respuesta parece intuitiva: "-No, bueno, depende, si matasen a toda mi familia ante mis propios ojos y el asesino fuera a clavarme un cuchillo en la yugular y casualmente yo tuviese en la mano..." Eso es defensa propia, no vale. Cuando uno cree que va a morir el instinto de supervivencia prevalece ante cualquier otro, incluso ante el de amaos los unos a los otros que reza en las escrituras bíblicas. Ayer volvía del trabajo y llovía, ligeramente. Me encanta la lluvia cuando hace calor y la tierra pide a gritos que el cielo se apiade de ella y la refresque. Me hubiera gustado tener ya entre mis manos la tercera parte del libro que estoy leyendo y poder arroparme con una manta en la terraza con un café caliente y un paquete de tabaco recién abierto, leer hasta el amanecer con el sonido de la lluvia de fondo. Así que volvía del trabajo pensando si sería capaz de matar, sin objetivos, imaginando las respuestas que darían los que me conocen si alguien les preguntase si tengo tendencias homicidas, simplemente por pasar el rato durante los 24 minutos y 37 segundos que tardo de media en realizar el recorrido trabajo-casa. La mayoría diría que necesitaría un motivo para hacerlo, el resto que soy completamente incapaz de matar a una mosca. Recreo el asesinato perfecto en mi cabeza, una víctima aparentemente al azar, un instrumento de tortura elegido sin premeditación y millones de pistas falsas en la escena del crimen. Debería escoger a la víctima fuera de mi ámbito y jamás intercambiar una palabra con ella. Tendría que investigarla, conocer a sus allegados y hacerme con material genético de todos ellos para luego colocarlos estratégicamente. Después, quemarlo todo. En una ocasión leí que el crimen perfecto no es aquel que nunca fue resuelto, sino el que se resolvió sin dar jamás con el asesino. El sábado atropellé a un conejo, a un precioso conejo q salió a la carretera de pronto sin que me diese tiempo a reaccionar. La cantidad de hierba que habría comido el resto de su vida si no me hubiera cruzado en su camino. ¿Habrá restos de pintura en su diminuta cabecita blanca? ¿Hubo testigos? ¿Cúal es la diferencia entre matar a una mosca y a un conejo?

miércoles, 3 de junio de 2009

La puta voz que me domina

La voz me domina. No puedo evitarlo. Estaba allí sentada, con las ideas claras y un esquema mental bastante acertado de lo que iba a decir, lo que tenía que decir. De pronto salió ella, a borbotones y se apoderó de mi laringe, de mis cuerdas vocales, de mi lengua. Durante un momento me creí capaz de doblegarla pero pronto empezó a hablar y no pude callarla. Ella casi nunca es sincera, no del todo, o tal vez lo sea más que yo misma. Lo sé porque no es la primera vez que la dejo actuar y casi siempre siento pánico porque deja entreveer cosas en las que hasta ese momento no había reparado. La voz suena extraña en mi cabeza y al mismo tiempo es melosa, segura, con segundas y terceras intenciones, no atiende a razones y suele fingir ser mejor persona de lo que es en realidad. Dí lo que has venido a decir o dí lo que sientes, cualquiera de las dos opciones son buenas, la supliqué, pero ella me ignoró por completo. Me hace parecer débil y odio ese sentimiento, es su jugada cuando la reprimo y decide tomar cartas en el asunto. Mientras hablaba me susurraba dulcemente al oido: "Nena, no eres tan tonta, ¿no te has dado cuenta?" y yo contestaba que sí, que le escuchaba, que ya lo sabía, que no era nada nuevo, pero ella insistía "¿de verdad que no te has dado cuenta?", ¿de qué? pensé, "¿aún no lo sabes?" y me dejó allí inmersa en un mar de dudas. ¿Qué es lo que no sé pero debería saber? y una imagen me nubla los ojos y una punzada agradable nace en alguna parte de mi cuerpo. Puta, eso no es. Es una vendedora nata, un agente doble que juega a dos bandos y yo me siento pequeña cuando me atrapa con sus razonamientos porque parece tener transmisión directa con las cosas que empiezan a palpitar pero que aún no son. Y que lógicamente no pueden ser, "no ahora", me repite, no en esta vida, la respondo. La voz depositó una semilla rara que llevaba germinando en el subconsciente un tiempo indeterminado. Ella habló y no me di cuenta de su significado hasta muchas horas después, cuando debía sentir tristeza y no podía encontrarla dentro. ¡Puta!, la grité, no me hagas ésto, otra vez no. Evidentemente, las palabras que ella había dicho en voz alta eran para mí y no para mi interlocutor, empezaba a darme cuenta de la trampa en la que había caido y lo poco que se conoce uno mismo cuando cree que tiene las cosas claras. La voz me ha vuelto a dominar y ahora me encuentro perdida, ya no está sólo lo que debo hacer, lo que tengo que hacer y lo que quiero hacer, una nueva dimensión desconocida completamente ha entrado en escena, millones de pensamientos nuevos que no me atrevo a contemplar, no de momento. Hace tiempo conseguí callarla, creía que lo había hecho para siempre, pero debía yacer oculta bajo un par de aparentes buenas intenciones preparándose para atacar cuando bajase la guardia. "¿No te das cuenta?" me incrimina, "no tengas prisa", y no la contesto porque tengo mucho en qué pensar gracias a su actuación. Tal vez deba darla otra oportunidad y así a lo mejor acabo entendiéndome, porque es obvio que las cosas en mi cabeza no son cómo eran ayer tras escucharla, éso o que me busco unas vías de escape un tanto retorcidas. Veremos qué es lo que pretende porque tiene un montón de cosas malas pero a veces la muy puta acierta.