martes, 30 de junio de 2009

Tal vez

Le he invitado a tomar café. Se sentó en el sofá grande, en un extremo, tal vez para que yo ocupase el espacio que había dejado libre a su izquierda, tal vez por inercia. Opté por el sillón individual, más práctico, más cómodo, más lejos. Hablamos durante horas, "eso se nos da bien" dice y le sonrío porque tal vez la frase no vaya con segundas intenciones, o tal vez sí. Me gusta su forma de pensar, muy parecida a la mía, aunque somos como el agua y el aceite, la forma que tiene de mirarme y cómo se justifica si le pregunto por su pasado, por qué hace esto o aquello, siempre intentando encontrar las palabras adecuadas. En algún momento de la conversación realiza un leve acercamiento y me coloca la mano sobre la rodilla que se ha quedado desnuda al cruzar las piernas. Finjo que ese movimiento no ha existido y la aparta lentamente. Tal vez sean imaginaciones mías pero creo que le ha costado dar ese paso, o tal vez fuese un gesto amistoso. No sé por qué cuento mentalmente las veces que intenta acercarse o que se acerca, todo son suposiciones. Después de la rodilla me ha tocado tres veces el brazo y para hacerlo ha tenido que incorporarse sobre la mesa mientras yo permanecía impasible recostada en mi sofá individual. Nos hemos despedido en el portal y me ha pedido que le llamara. Creo que al irse estaba triste o tal vez sólo estaba pensativo, tal vez crea o sepa que no voy a llamarle.

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