domingo, 10 de enero de 2010

La voz del ruso

Estábamos los tres en el metro cuando le vimos. Tuve que hacer esfuerzos por no mirarle porque el ruso es una de esas personas que llama inmediatamente la atención y de la que no puedes apartar la vista. Si alguna vez imaginé su voz, dulce y metálica, hoy imagino el tacto de sus antebrazos. Se baja en la misma estación en la que nos apeamos nosotros y camina hacia la otra salida, la que le lleva a la parada de autobús camino a casa. Nervios y risas tontas, ideamos un plan para parar el coche y acercarle a su destino, que es el mismo que el nuestro. Al detener el coche el ruso con nombre de esclavo se sorprende y se sienta a mi lado. La conversación fluye, el ruso está en paro por sobrecualificación académica, vete tú a saber. Ha estudiado administración de empresas y turismo y se expresa demasiado bien para ser tan joven. Si su voz dulce y cadenciosa me atrapa no puedo imaginar lo que podrán hacer sus ojos grises cuando la luz incida directamente en su cara. Imagino que acaricio su cuello blanco, que beso sus labios y que examino cada centímetro de su cuerpo desnudo mientras me susurra frases que no pienso entender. Vodka resbalando por su pecho y mi lengua recogiendo cada gota. La voz rebotando en las paredes y mis manos ultrajándole. Nos desea feliz año al bajarse del coche, yo me guardo su voz dulce y metálica en el bolsillo.

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