sábado, 9 de enero de 2010

Ojos nuevos

Con el sol tenue de enero abrió sus ojos y se encontró su cuerpo. Cálido, siempre era cálido. Acarició la piel desnuda bajo la sábana que todo lo oculta, la que ningún monstruo puede atravesar en mitad de la noche. Le miró detenidamente, los hombros, las manos, la suave hendidura del pecho. Todo igual, todo perfecto. Sus ojos se cruzaron esa mañana de invierno de forma poco espontánea, igual que otros muchos amaneceres incompletos, y aunque todo era similar a otras ocasiones nada era lo mismo. Los ojos entrecerrados, las pestañas negras tupidas y cortas, la forma de sus labios ¿por qué no los recordaba así? ¿por qué era tan distinto? El techo, los cuadros, los muebles,... y la misma sensación estúpida de novedad que no conseguía apartar de su mente. Tal vez nada de lo que ves haya cambiado, se dijo.

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