martes, 27 de abril de 2010

Mis botas neoyorquinas

Tengo un capricho. Cuando muera quiero que me entierren con mis botas rojas de cuadros escoceses. Las compré en Nueva York el año pasado. Realmente estaba buscando unas martens negras, hasta la rodilla, con una rosa serigrafiada en bronce en el lado externo de la pierna, pero las ví y cambié instantáneamente de opinión. No importa que tenga 85 años cuando entregue la cuchara, quiero pasar a la otra vida con mis botas puestas. Si voy a pasarme unos cuantos siglos rondando por la tierra con mi nueva forma etérea voy a necesitarlas. Saltaré en los charcos y salpicaré a los transeúntes, me encaramaré a las ventanas hasta que sepa volar y después me apoyaré en los alfeizares para espiaros. Os haré la vida imposible, no por rencor o amor, sino por aburrimiento, esperando vuestros últimos momentos para que me acompañeís en el largo periodo en el que voy a estar deambulando por aquí. Rezaré a Papá Legba para que me ayude en el proceso y pueda comunicarme tanto con los seres vivos como con los muertos. Los demás espíritus sentirán envidia al verme con mis relucientes botas arriba y abajo, y es normal, porque a la mayoría les habrán enterrado con zapatos estrechos e incómodos de tacón o unos horribles naúticos o castellanos.

No hay comentarios: