viernes, 19 de marzo de 2010

Cita con el realismo sucio y con Bukowski

"Cuando el espíritu se desvanece, aparece la forma". Pero Charles no estaba allí, ni en cuerpo ni en alma. No se hallaba entre las escasas sillas del club, ni en las bocas de los jóvenes poetas, ni en las miradas al interior de los tercios semivacíos de cerveza. En su lugar apareció Paco, medio tambaleándose por el local, abriéndose paso entre la gente y mendigando una copa de gin tonic. Paco, que aparenta más de cuarenta años y no debe alcanzar los 35, con su abrigo de paño gris y su chaqueta beige de punto, que besa a las jóvenes en los labios y da palmaditas amistosas a los chavales en los hombros. Entre balbuceo y balbuceo suelta un par de magníficas palabras que podrían hacernos estremecer si él mismo llegase a creérselas. Y luego la niña que imita a la otra chica, con sus versos fáciles y sentimentalistas: amar, crear, anhelar, besar, abrazar... Su mentora levanta la ceja izquierda y desnuda al auditorio con una voz de sábanas aterciopeladas con la que no dice nada, absolutamente nada: seductora mirada, hiriente daga, cálidas manchas, ... pero parece imposible abrazar la forma al escuchar sus palabras. Inés da paso al poeta que escribe sobre cuadros con corbata, aunque esta vez hable de su exmujer, y el espíritu se desvanece a cámara lenta. Y Paco va al baño y vomita, le pide diez euros al chico que está a mi derecha e intenta colarse detrás de la barra. Llega el argentino, con su piercing en la naríz y unos ojos verdes o grises o indefinidos, que me hacen pensar en lluvia y niños perdidos. Este argentino me encanta aunque llore cuando lee, aunque la cadencia de sus poemas sea decadente, un pesimismo optimista, como diría Charles, que ahora se ha asomado por la puerta para escucharlo. Una hermosa chica con rastas y falda larga de pana me saca de mi embobamiento. Es ruidosa, maleducada e insoportable, pienso en sacarle el cerebro, que debe llevarlo cosido a las rastas con unas cintas de colores. Salen un par de "esta es mi primera vez y estoy nervioso", pienso que con suerte también será la última. Paco habla con el camarero y consigue sacarle dos copas, una para él y otra para el tío que le ha prestado el billete. Y finalmente se sube al escenario de piernas de rejilla la yonki, con los ojos inflamados y el pantalón tres tallas por encima de la suya. Parece una drogadicta que quiere desengancharse, amante de heroína y cucharas y mecheros. Su nombre suena a santa pero su poesía huele a destrucción y construcción. De nuevo aparece la forma y se oye a Karl aplaudir desde la última fila. "Me acuesto con muertos", dice y después quiere sentir la noche en sus zapatos mientras recorre las calles vacías de Madrid. En estos momentos me dan ganas de caminar con ella de la mano y saltar en todos los charcos. "...Solo que ahora en vez de ir hacia el tiempo, es el tiempo el que viene hacia nosotros..." (Suerte, de Charles Bukowski)

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