miércoles, 24 de marzo de 2010

Solas

La ciudad no es tuya, es mía. Tengo los pies cansados de andarla; los ojos hundidos de adorarla; las manos arañadas de acariciar sus cicatrices. Me duelen los brazos de apretarla por si decidiese huir de mi cobijo en las tardes de tormenta. Las calles huelen a asfalto mojado y a ropa adherida al cuerpo, a colonia y a sudor, a viejos amigos casi olvidados. Como hoy, tú y yo, solas, sin saber hacia dónde caminar y con la mirada clavada en el cielo. ¿Qué me traes hoy? Yo te ofrezco lo de todos los días: mis pies, mis ojos, mis manos.

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