sábado, 6 de marzo de 2010

Tatiana

Había una vez en una esquina una niña que lloraba. Habían caído de sus ojos 1280 lágrimas saladas. En sus diminutas manos sostenía una vieja muñeca de trapo con el pelo rojo de lana. La niña la miraba y lloraba, la apretaba contra su pecho y suspiraba. Tenía las rodillas manchadas de barro y el vestido verde arrugado sobre las piernas.
- ¿Por qué lloras, pequeña?- preguntó amablemente un señor con un maletín de cuero marrón bajo el brazo.
- Tatiana no respira- musitó ella entre sollozos.
Él la miró desconcertado.
-¿Por qué dices eso? Yo no veo que le pase nada.
La niña le miró amargamente. Era evidente que a Tatiana sí le pasaba algo, la había acariciado todas las mañanas de su vida, había hecho y deshecho sus trenzas cientos de veces, había estado a su lado en sus dos operaciones a vida o muerte cuando su madre había colocado de nuevo sus ojos de botón a su carita blanca.
-Tatiana se muere, ha dejado de respirar y no hay ningún médico que pueda salvarla.
Él se arrodilló junto a ella y tomó delicadamente a la muñeca entre sus manos.
- Es cierto, pequeña, Tatiana se muere.
El señor acariciaba ahora los cabellos de la muñeca y se sintió repentinamente triste y desesperanzado. La niña se levantó del suelo y se limpió las rodillas. Él la vió alejarse calle arriba.
Habia una vez en una esquina un señor con un maletín de cuero marrón que lloraba.

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