jueves, 23 de diciembre de 2010

Cuestión de almas

Hace un par de meses me pasó una cosa muy extraña con mi oido izquierdo. En un segundo dejé de escuchar los sonidos que provenían del exterior. Cierto es que el derecho suplía la falta de información que le llegaba al otro pero me sentía en un constante desequilibrio. Los médicos me dijeron que se debía a tres posibles razones: falta de riego, un virus o algo autoinmune, o lo que viene a ser los mismo: no tenían ni puta idea de por qué me había sucedido aquello. Pero se equivocaban. El alma de mi abuelo que falleció hace un año se estaba apoderando de mí aunque no podía desvelarles la razón porque ninguno me creería y en lugar de al otorrinolaringólogo me hubiesen enviado al manicomio, que aunque rimen en asonante no son exactamente lo mismo.
Intenté adaptarme a la nueva situación sin éxito. Me atiborré de pastillas, saltaba a la pata coja para que toda la sangre fluyese arriba y abajo hacia el lado izquierdo de mi cabeza y nada parecía funcionar. Éste fue el primer aviso de que el alma de mi abuelo estaba en mi cuerpo porque desde joven había sido bastante sordo y llevaba siempre un aparatito de esos blancos minúsculos engarzado a la oreja como si de un piercing ultramoderno se tratase. El segundo síntoma fue el deseo incontenible de comer judías pintas con chorizo. A mi padre le encantan como le encantaban a su padre, esto es, a mi abuelo usurpador de cuerpos. No sería tan extraño si no fuese porque desde hace 15 años soy vegetariana y no hay cosa que me de más asco que los embutidos hechos con tripas de animales. Eran tales las ansias de ese manjar que intenté llevarme a la boca una cucharada, menos mal que mi alma reaccionó y al oler la fabada me provocó unas naúseas terribles. El tercer motivo por el que se que mi abuelo está aquí dentro es el chocolate, a mí ni fú ni fá, me podía comer un bombón pero ahora me meto entre pecho y espalda una caja entera y no me doy ni cuenta. Mi madre me mira extrañada y busca una explicación al cambio de conducta y me dice: "Te está saliendo una tripa como la de tu abuelo". Y yo tiemblo porque se que se está dando cuenta y llegará algún día, caundo me salgan pelos blancos en las orejas, que no podré negarlo.
He estado buscando una explicación a esta intromisión corpórea y he llegado a la conclusión de que el alma de mi abuelo estaba en su coche y que como yo lo he heredado, en algún momento al sentarme en su sillón y al accionar las palancas, ha debido incrustárseme dentro.
Hasta ayer mismo no estaba segura de este razonamiento pero estaba en casa viendo la tele y escuché que Raphael va a volver a presentar el especial de Navidad y me escuché gritando ¡Viva! y tarareando sus canciones de camino al trabajo. Así que sí, el alma de mi abuelo convive con la mía en mi cuerpo: nos gusta el chocolate, Raphael y las piernas de las mujeres.

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