jueves, 2 de septiembre de 2010

Loca

La noche será larga. Vuelve al mismo pensamiento una y otra vez: "estoy rota, estoy rota". En esta ocasión, de forma sensible. Ha perdido dos horas en la sala de urgencias del hospital, de paredes lisas blancas y suelos azules con motas grises. El perfume de su champú se ha perdido entre el olor a lejía, desinfectante, sangre y vómitos. Podía notar los dedos inexpertos del médico con traje verde que la ha examinado, el frío tacto del aparato que medía su dolor, el aroma a desinfectante de los brazos del interino cuando se le ha acercado, pero no podía oirle con claridad. La acompaña a la sala de espera donde se encuentran los mismos pacientes que hace dos horas. Otra habitación minúscula, más pruebas. "Tienes un 33% de posibilidades de recuperarte, un 33% de quedarte en esta situación y un 33% de empeorar", asegura la doctora mientras se coloca las gafas para leer los datos del estudio. Ella sólo puede pensar en el pitido que perfora sus timpanos y se adentra lentamente en su cerebro. Pasa la tarde en compañía de una amiga, entre risas, confesiones e historias de verano. Al llegar a casa come algo y ve una película. Mira el cuadrante que le ha hecho su madre y que ha colgado en la nevera. Mañana le tocan siete pastillas en ayunas, dos a la hora de la comida y otro par con la cena. Suspira y se va a acostar. Piensa en un castillo de naipes que se ve súbitamente derribado por una ráfaga de viento, una figura de arena en la playa que es devorada por las olas del mar, en los pétalos de una amapola en mitad de una tormenta primaveral. Por la ventana de su habitación entra un fresco aire, como cualquier noche pero sabe que hay algo distinto a las demás, algo sensible que no puede identificar. Los grillos, los aspersores regando las plantas, la música de los coches que se acercan al aparcamiento, los pasos de un caminante tardío. Ahora son sólo murmullos entremezclados. No puede dormir. No puede pensar con el incesante ruido taladrándole la cabeza. "No estoy enferma, sólo me estoy volviendo loca". Da vueltas en la cama, huyendo de las lágrimas que han empapado la almohada. Esta noche le hubiera gustado escuchar tu voz, aunque fuera sólo un susurro en el viento.

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