viernes, 19 de diciembre de 2008

El principio del final

Un parpadeo. Los objetos siguen estando ahí, retando al espectador a una segunda mirada. No pienso hacerlo. Camino a ciegas y tropiezo con la cama, con el sofá, con las sillas de la cocina. Las llaves pesan en el bolsillo del abrigo, más pesan los recuerdos y la ausencia. Quieres mirar y ver lo que dejas, volver sobre tus huellas hasta el lugar donde empezó todo, pero no hay vuelta atrás. La puerta suena hueca al cerrarse y acaricio la barandilla de madera de las escaleras donde hace ya mucho tiempo grabé mi nombre y el suyo. Otro parpadeo. Recuerdas que no hay pasado, recuerdo que el ayer nunca ha existido. Todavía no hay lágrimas ni suspiros, sólo el peso de esa ausencia que te estruja el corazón hasta dejarlo pequeño como una canica. Al salir a la calle el aire frío llena tus pulmones. Un paso, dos, tres y echo a correr por el camino empedrado hasta la carretera. Nadie vivo en la calle, sólo las hojas de los árboles, el sonido del viento y los cuerpos mudos para siempre de los que amé, de los que amaste. Ayer, que hoy ya no existe, empezó todo. Cualquier lugar es bueno para comenzar la búsqueda, me digo, te dices. Arranco el motor del coche y enciendo la radio. Nada, silencio en las ondas, silencio en la ciudad donde la gente duerme para siempre. El peso del silencio, un parpadeo, dos, tres, y una lágrima resbala por la mejilla y a ella la siguen un millón más. Conduzco hacia mi destino, despacio, sorteando los coches muertos de la autopista, pensando si seré la única con voz en este mundo que se ha quedado sin palabras.
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Despiertas y la intensa luz del sol ciega tus ojos. No recuerdas que haces allí hasta que pasan unos segundos y decenas de imágenes desfilan ante tus ojos. Una lágrima se te escapa por el rabillo del ojo. Recoges la mochila del suelo y echas a andar intentando fijar la vista en el horizonte. El aire que respiras es caliente y húmedo y la temperatura ligeramente superior a la del día en que todo empezó. Recuerdas, recuerdo, que el ayer hoy ya no existe y otra lágrima se desliza por tu rostro. Cualquier lugar te parece bueno para comenzar la búsqueda, te dices, me digo. Un paso, dos, tres y echas a correr por las calles mudas de la ciudad hasta que los edificios van haciéndose cada vez más pequeños. Piensas en el olor a café recién hecho, la voz de tu madre instándote que vayas a desayunar porque si no llegarás tarde a la universidad, el peso de lo libros en la mochila, la chica que se sienta detrás tuya en clase de historia,... Otra lágrima, otros dulces pensamientos.
A cientos de kilómetros te busco, me buscas. Cuando yo parpadeo una lágrima cae por tu mejilla. Quizás algún día nos encontremos. Mientras caminas por la autopista hacia tu destino piensas si serás la única persona con voz en este mundo que se ha quedado sin palabras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez me apasionan más los libros y películas sobre zombis. Los hay a patadas, algunos muy buenos, cuando los autores entienden adecuadamente el símbolo. Ni vivos ni muertos, en esa tierra de nadie que algunos 'raritos' nos empeñamos en esquivar. Por lo que vivimos, por lo que sentimos. Porque el mundo es gris y no lo queremos. Es la tristeza la que deja sin aliento los corazones hasta que se secan. No hay que rendirse a ella. Si sirve de consuelo, no toda la ciudad está muerta, no todos los teléfonos te devuelven las palabras de siempre, más parecidas al tuc-tuc-tuc que a palabras. A veces sí hay alguien al otro lado. Que también lucha, que también busca y le cuesta encontrar, que ha perdido la noción del tiempo y ya no recuerda cuando empezó todo esto, pero que sabe que merece la pena no rendirse. Un día encuentras a alguien al otro lado del teléfono, al otro lado de la acera, al otro lado del bar. Y ese alguien decide luchar contigo. Escribes muy bien Paula. Me ha sorprendido, de verdad. Cuántas veces más eres capaz de sorprenderme?

Paula dijo...

Me encantan las interpretaciones, esto ya lo hemos hablado por teléfono, para unos son zombies, para otros supervivientes. La verdad es que no importa demasiado. Gracias por haber sido la primera persona en comentar y por haber escrito algo positivo. Intentaré seguir sorprendiéndote. Un beso Marcos.