viernes, 12 de diciembre de 2008

El extraño. Agosto 2008

Agosto. Bajo la luna el termómetro marcaba 36 grados. Apartó la sábana que cubría su cuerpo, se quitó la camiseta y permaneció quieta en la cama, buscando el rincón más fresco del colchón. La suave brisa que llegaba a través de la ventana la iba adormeciendo lentamente.
Los dedos acariciaron su espalda y ella sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal hasta la nuca. La mano llegó a sus caderas, deslizándose por la piel del costado. Un poco más arriba, un poco más despacio, musitó. Y los dedos subían y bajaban por su torso desnudo. "Acaríciame un pecho", y obedecieron al instante, expertos, con la cadencia perfecta, con la presión adecuada. Su respiración se entrecortaba y las caricias eran cada vez más penetrantes, más íntimas, menos superficiales. Los dedos palparon sus nalgas, su estómago. Ella miraba al frente mientras él recorría cada centímetro de su piel. Podía incluso sentir su aliento cálido en el cuello, justo detrás suya.
¿Quién sería aquel extraño? Quiso girarse y contemplar su rostro, morder sus labios con fiereza, pero no podía moverse. Necesitaba saber quién era el que la devoraba con sus yemas, pero los músculos no respondieron. Dominada por sus manos y por el deseo, completamente paralizada por el miedo mientras él seguía violándola con los dedos, ahora de forma más salvaje.
¿Quién eres? Pero de su boca no salió ningún sonido audible. No podía mover los brazos, ni las piernas, no podía gritar ni cerrar los ojos y dejarse llevar del todo, hacia cualquier final. Sus pulmones se detuvieron de repente, en un acto inconsciente como respuesta a su no respuesta. Si no podía descubrirle... Una bocanada de aire fresco llenó sus vías respiratorias y se incorporó sobresaltada, buscándole, pero él ya no estaba.
Le costó volver a conciliar el sueño. Tenía miedo pero su piel ardía y esta vez eran sus propias manos las que intentaban apagar el calor que él había empezado. "Vuelve, por favor", susurró, y los dedos mojados se detenían en cada rincón que él había poseído.
El volvió a la semana siguiente, y a la siguiente, pero ella jamás pudo ver su rostro.

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