martes, 15 de septiembre de 2009

Los placeres (inmediatos) de Eva

Eva estaba aburrida. Habían pasado varios días desde que un señor llamado dios le había depositado en aquellas tierras. Había deambulado por los jardines, se había bañado en los ríos y lagos, acariciado los caballos y probado todos los manjares que la naturaleza le brindaba. Eva no se encontraba sola, una criatura macho de su especie le hacía compañía. Parece ser que el señor había fabricado primero a su alter ego y que, como vio que se aburría bastante, después la había creado a ella. Aunque la idea de haber formado parte de Adán antes de nacer pueda parecer muy bonita y romántica, a Eva le producía escalofríos. "Una costilla", se decía mientras se palpaba el costado, "Soy una puta costilla". No hay nada romántico en una costilla. Jugaba a esconderse de Adán, que la contemplaba embelesado como si fuera algo mágico. No había sentido dolor en la extracción de esa parte de su cuerpo y al observar a su hija-compañera-amante, el pecho se le hinchaba de orgullo. Antes de marcharse el señor les había dicho que podían tomar todo lo que quisieran del paraíso salvo los frutos de un árbol: el árbol de la Ciencia del bien y del mal. Hasta ese momento ninguno de los dos se había percatado de su existencia. Había arbustos más frondosos, más altos y productos más atractivos que los que colgaban de sus ramas. Al escuchar la palabra "prohibido" a Eva se le alteró el pulso. Durante un tiempo Adán la mantuvo a raya, algo que no fue fácil pues era muy testaruda, pero llegó un día en el que ella le dio esquinazo jugando al escondite y se acercó al árbol prohibido. Los eruditos dicen que fue una serpiente la que le ofreció el fruto y que pudo más la curiosidad que la lealtad. La verdad es que la manzana estaba ahí y que ella empezó a necesitarla. Agarró una y acarició su piel roja y brillante, se la acercó al rostro y olió el aroma que desprendía. Miro a ambos lados y, como nadie parecía observarla, clavó sus dientes en la carne jugosa y fresca de la manzana. Al masticar y tragar el pedazo Eva entendió muchas cosas:
1. Que estaba desnuda. Teniendo en cuenta que Adán era el único animal de su especie, la diferencia entre estar vestido o desnudo no tenía demasiada importancia.
2. Que moriría. Después de llevar varios días en el paraíso aquella vida le parecía monótona y aburrida, para siempre le parecía mucho tiempo.
3. Que sufriría en el parto. Eva volvió a maldecir a la costilla de Adán y se hizo vegetariana y feminista en ese mismo instante.
4. Inclinación al pecado. ¿Pero no había mordido ya el fruto prohibido?
5. Su cuerpo la iba a exigir más placeres de los que necesitaba: bebida, comida, sexo, comodidad,... lo que se traducía también en una mayor diversión.
6. Para satisfacer esos placeres (todos, no sólo los aumentados tras cometer el pecado) tendría que obtenerlos con el sudor de su frente. Eva no sabía lo que era trabajar así que no le dio mucha importancia a este punto.

Adán, que estaba escondido tras un arbusto, vio que Eva tomaba la manzana y corrió hacia ella. Dio un segundo bocado a la deliciosa fruta y le miró. "No está nada mal este hombre", se dijo. Imaginó que ambos corrían desnudos por la pradera y que él la atrapaba con sus musculosos brazos y la arrojaba sobre la hierba húmeda. Inmediatamente Eva se ruborizó y se cubrió los atributos femeninos con las manos, no porque estuviese desnuda sino porque Adán descubriría que algo en su cuerpo había cambiado y quería que él también lo probase para que satisfaciera sus recién surgidos deseos. Adán dudó pero como no veía a dios por ninguna parte...
Después apareció el dictador que los había abandonado en el paraíso y les castigó por desobedecer sus órdenes, arrojándolos a la tierra.

En cuanto Eva se levantó del suelo y se sacudió la arena de rodillas y manos, se abalanzó sobre Adán y le dijo que quería sexo. Él la regañó por haberle tentado y haber comido del fruto prohibido, pero su enfado duró poco. Él también. Luego sintió hambre y buscó comida, sueño y encontró descanso. Como consecuencia, algunas hijas de Eva han heredado de su madre la tendencia hacia la consecución del placer como fin al identificarlo con el bien y de su padre el echarle la culpa de todo a los demás, sobretodo a sus progenitores.

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