viernes, 27 de mayo de 2016

Calor

Me arde la piel. Empieza como un leve cosquilleo en la tripa que va subiendo hasta la boca del estómago. Y allí explosiona, llenándolo todo de calor. Las mejillas ruborizadas, las palmas de las manos ligeramente húmedas, la piel reactiva a cualquier cambio de temperatura y de densidad. Deseo. En estado puro, en las yemas de los dedos, las puntas de mis pies y algún lugar que no alcanzo en la espalda. Te pienso, recorriendo mi cuerpo con tus brazos, tu piel chocando contra la mía, mi lengua buscándote, tus ojos ansiosos en mitad de la habitación. Y no puedo evitarlo, te pienso y el calor vuelve a apoderarse de mi en cualquier lugar y situación. Se me seca la boca al recordarte. No puedo trabajar, no puedo caminar si que el deseo se desate en mi cuerpo y tenga ganas de ser tu presa otra vez. Tus labios, tus manos y el ansia cada vez más nítida llenando cada parcela de mi mente. Acompasados, una y otra vez, con tu mirada clavada en la mía. Tus dedos intentan controlar mis gemidos, y yo no soy dueña de nada que no sea este momento. Encendida, derramada y libre. ¿Repetimos?

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