sábado, 26 de diciembre de 2009

Cuento gráfico de Navidad

Andaba pelando patatas para preparar una tortilla para la cena de Nochebuena y al meter la mano en la bolsa para coger un nuevo tubérculo que despellejar, ¡zas!, revelación. No estoy acostumbrada a este tipo de hechos religiosos pero he de reconocer que la visión me paralizó momentáneamente. Dentro de la bolsa se encontraba la "Patata niño Jesús", con sus bracitos, su naricita, con el manto en que debió envolverle la virgen al nacer. Sólo le faltaban los ojitos y la boquita así que, con la ayuda de un rotulador rojo, se los dibujé cuidadosamente. La patata niño Jesús deambuló por mi cocina y protagonizó una novela gráfica, fotos junto a otras patatas, en la encimera, y luego intentó sustituir al niño Jesús de pega del nacimiento que mi madre había puesto en el salón. Como hacía frío y no disponía de una mula y un buey para calentarle, decidí pasarle la bendita tarea a mi perra. Ella cogió a la patata niño Jesús cuidadosamente entre sus colmillos y se lo llevó al sofá pero una vez allí su instinto canibal afloró y tuve que rescatar al bebé de entre sus garras. Después de un buen rato jugando a ser dios con la vida de la patata divina y de lanzarla por la ventana, jugar al frisbee y clavarle las uñas en los ojos hasta que las lagrimitas le rodaban por sus suaves mejillas de patata, me cansé y la coloqué junto a la radio en la entrada. Para ser mi primera revelación, no estuvo nada mal.

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